Se quedaron allí acampando Courtney y los cuidadores del banco, pero invadido por la curiosidad uno de los custodios preguntó – ¿Por qué nos salvaste? Los criminales no tienen piedad –
– Algunas veces sí, creo que están de suerte – Reparó la
rubia
– Y ahora… ¿Qué haremos mi compañero y yo? No tenemos a
dónde volver –
– Espero que no decidan regresar, porque en su pueblo les
espera la muerte –
– Entonces… ¿Qué hacemos? –
– Alguien me dijo una vez “huye” –
Los custodios se quedaron pensativos mientras la rubia
ponía el botín sobre el suelo – Esto lo repartiremos en tres partes iguales,
pero si ustedes quieren podemos tener más –
– ¿Qué quieres decir? Nosotros no somos delincuentes,
siempre fuimos cuidadores de banco –
– Pensaba en asaltar esta noche el próximo tren, pero si
no quieren acompañarme lo entiendo, lo haré yo sola –
– ¡Estás loca! Eso es condenarnos a una muerte segura –
– No tienen que venir conmigo si tienen miedo, con su
parte del botín y esos dos caballos pueden huir, yo esperaré aquí al tren de
media noche –
– Entonces… ¿No somos tus prisioneros? –
– No –
Los dos cobardes custodios se montaron en los caballos y
salieron despavoridos con su parte del botín; sin dar las gracias galoparon
hasta perderse en la oscura noche, dejando a la rubia sola.
Courtney sabía que esto no sería fácil, se necesitaban
muchas agallas para subir sola y atracar un tren. De pronto vino a su mente la
inspiración que tenía; se trataba de Jessy James; sólo bastaba con recordar las
historias que la gente contaba para sentir esa confianza y precisión que tenía ese
bandido al asaltar un convoy; se necesitaba mucho valor y estar consciente de
que podría morir en el intento.
De pronto se escucharon las ruedas haciendo temblar los
rieles con tal fuerza que no cabía duda; allí lo divisó a lo lejos y estaba
dispuesta a todo.
Sentía el poderío que ese monstruo ejercía sobre los
rieles; tan imponente se acercaba a toda velocidad con su estructura de hierro
y en su correr lo abordó enganchándose de la escalera de un vagón de carga; lo
hizo al instante, sintiendo el aire que el convoy levantaba a su paso.
El sonido podía dejar sordo a cualquiera y tenía que entrar a como de lugar antes de que las fuerzas le abandonaran, pero momentáneamente resbaló y quedó prensada por un brazo; eso le evitó no caer para terminar en una muerte instantánea.
La rubia se dolía, ese brazo enganchado estaba a punto de
quebrarse y nada podía hacer, las manos le sudaban y el dolor le hacía percibir
el frío de la muerte; pero ella no se rendía, buscaba la manera de tomar el
control de su cuerpo que se movía a toda velocidad enganchada por esa bestia perversa
de hierros que no se detenía ni un segundo.
En medio de su desesperación trató de liberarse, era
mejor la muerte que seguir sintiendo ese dolor, pero le fue imposible. “Si
Jessy James la hubiera visto estaría avergonzado de esa novata” pensaba en
medio del delirio que le provocaba el mal momento.
Suspendida y con la sangre que salía disparada con el
viento y la velocidad el dolor se volvía mas intenso que si tuviese una navaja
en la mano no dudaría en cortarse el brazo; volvió a pensar en medio de la
locura y la desesperación.
Sus rizos rubios volaban como sus esperanzas, hasta que
una mano mitigó el dolor, y para su suerte minutos después alguien la sujetó y
con toda su fuerza la metió al tren.
Courtney estaba casi inconsciente, no podía soportar el
dolor; el hombre que la salvó le preguntó – ¿Te encuentras bien? –
– Al menos estoy viva – dijo la rubia aliviada.
– ¿Qué pretendías hacer? A veces es mejor pagar el viaje
–
– Me temo que tienes razón –
Courtney se recostó y el hombre la examinó con cuidado, y
tocándole el brazo le preguntó – ¿Te duele? – La rubia con un grito dijo – ¡Sí!
–
– Vaya que has tenido suerte, es un verdadero milagro que
tu hueso no esté roto –
– Pues me duele como si lo estuviera –
– No sabes lo que dices – le dijo el hombre al momento de
amarrar un trozo de tela en el brazo de la rubia para detener la sangre.
– ¿Quién eres tú? ¿Hacia dónde va este tren? ¿Por qué me
salvaste? –
– No sé qué respuesta te puedo dar primero; pero bueno,
yo soy Joseph y también viajo sin pagar, voy a Arizona –
– ¿Vamos a Arizona? –
– Cerca, aunque en realidad sólo es la ruta –
– Pero… No puede ser, yo vengo huyendo de allí –
– Estás muy confundida, duerme un poco –
Courtney se quedó intranquila, pues al huir de Misuri
tomaba el camino de vuelta a casa sin haberlo decidido – Tengo que salir de aquí
– dijo en voz alta.
El hombre maliciosamente sonrió – Pero aun nos estamos
conociendo, yo soy un hombre solo y tu estás viva gracias a mi, podemos juntos
pasar una gran noche –
– Ni lo pienses – dijo la rubia.
– Pero yo te salvé la vida –
– Lo sé y yo decido como pagarte –
Sacó la tercera parte del botín que había robado y se lo
entregó en las manos al hombre con el que estaba en deuda, pero el aceptado las
monedas quería algo más, fue entonces que la rubia miró por la ventana y doliéndose
lo pensó, se lanzaría al vacío.
El hombre predijo lo que la rubia estaba a punto de hacer
y la tomó del brazo lastimado, haciéndola gritar, después le sacó un seno a la
fuerza y lo empezó a lamer con vehemencia.
– No sé si es mejor estar muerta que soportar esto – dijo
la rubia atestando un fuerte golpe en la cabeza al hombre derribándole.
Sabía que los segundos estaban contados, tenía que
lanzarse al vacío para liberarse de aquel tipo y entonces lo hizo sin pensar,
cayendo sobre los matorrales.
A lo lejos el hombre gritaba, pero el tren se lo llevó
con toda su velocidad hasta hacerse diminuto.
De aquello solo quedaba un mal recuerdo, Courtney quedó
tendida mirando al cielo y esas titilantes estrellas que se veían igual desde
cualquier lugar – Perdóname Jessy James – le susurró al cielo y después se
empezó a reír sola – Esto me pasa por tomar el tren equivocado –
La rubia nunca se rendía – Sí Jessy James me hubiera
visto seguro que estaría muy avergonzado – se repetía en la mente, habían sido
momentos muy confusos los que turbaban su mente, pero ese era solo el
principio, la rubia estaba decidida a asaltar el tren al mismo tiempo que se
alejaba de casa, y eso es lo que haría, esperar al tren que llevara la
dirección opuesta.
Tenaz y persistente miraba esas vías por horas; ese era
su único escape, ya nada tenía que perder, excepto el miedo, y sin más alternativa
esperó a que cayera la segunda noche para dar el golpe.
El tren venía retrasado, pero no perdió la paciencia,
ahora sabía que el tren que esperaba venía en la dirección correcta. Y cuando
temblaron de nuevo las vías, puso su corazón en el momento, cubrió su cara y
tomó una fuerte carrera para poder subir; esta vez lo había logrado y pensó –
La primera vez no pude ni siquiera subir, pero esta vez será diferente, lo haré
sola, pero lo haré como Jessy James, asaltaré este maldito convoy –