La undécima plaga se
extiende como un virus en el planeta, nos multiplicamos por millones y las
áreas verdes se vuelven grises, los árboles no pueden darnos aire en medio de
esas tinieblas de humo. Y yo esa tarde volaba hacía la muerte, o más bien ya
estaba en la muerte, no había ningún sitio seguro en este planeta, aunque la
tierra prometida estaba señalada por la desolación y la guerra. Mi destino
final era Palestina, la tierra de los filisteos, pero antes de llegar allí
tenía que darme un gusto, como el deseo no cumplido del condenado a muerte en
el paredón, pues la muerte de golpe no sabe a nada.
Mi deseo era conocer
Egipto y las pirámides de Guiza, que es la única maravilla que aún sigue en
pie, pues de las otras seis no queda ni el territorio geográfico.
Desde el avión podía
ver la incontable contaminación en los cielos de El Cairo, bajo esos aires
oscuros quedaba la urbe limitante con Israel por la península de Sinaí, y
después el destino final, la Palestina edomita, o cananea, la Palestina de la
Cisjordania.
No quería dejar de
visitar a mi querido amigo José Mancilla, por curiosos azares del destino él
llevaba unos años viviendo en Egipto, entonces le llamé, le dije que iría, que nos
veríamos allá. Él emocionado me dijo que sí, que teníamos mucho de qué hablar
desde la escuela en México hasta la vida en el medio oriente.
Después de aterrizar
comí algo, mi amigo me había citado en su casa hasta la noche, y esperé a que
callera el sol, caminando por esa ciudad hostil para el peatón, en la que
cruzar una calle podía costar la vida. Fui cauto y toreé a ese tráfico agresivo
por las pequeñas aceras, buscando algún callejón para contemplar el agitado
mundo árabe.
Salí hasta el portón
que me había indicado, metálico y grande, que contrastaba con el edificio café
de tierra y piedras incrustadas en la pared, toqué el timbre y dije – Soy el escritor –
Afuera había
bullicio, pero la mansión de Mancilla como era de esperarse rompía todas las
reglas. Bajó el mismo a darme la bienvenida y con una sonrisa candorosa me
abrazó – Te ves igual – dijo.
– ¿Eso es bueno? –
– Puede serlo, pero
ese estilo de camisas te va bien, te sigo en redes y me gustan esos trajes tan
peculiares –
– Gracias revolucionario,
la verdad me gusta disfrazarme –
Mancilla echó a reír
y me dio otro abrazo – No quería que llegaras antes, preparé esta fiesta en tu
honor, si no te importa allá adentro podemos hablar en inglés, es que la gente
no habla ni mexicano ni español –
Asentí, pues la
lengua no tenía importancia, en poco tiempo estaría en Palestina, donde solo
escucharía árabe.
– Pero… cuéntame
¿Qué tal es vivir en El Cairo? –
– Ajetreado, como
Madrid, como México, solo que esta es la cuna de las civilizaciones, hay mucho
estudioso del libro de Thot, el contraste religioso y lo que queda de los
faraones, pero pasa, pasa a la fiesta que te hemos preparado –
Me quedé pasmado,
era un fiestón, con gente de raros atuendos, por primera vez no me sentía
extraño, esto no era común en medio oriente, iba contra toda ley, Mancilla
tenía desde Drag Queens, hasta árabes de barba y turbante – Oye ¿Son
carnavales? –
– Aquí son
carnavales todo el año –
Se me apagó la sonrisa
al ver unos ojos miel, me detuve un segundo, pero mi amigo me tiró del brazo
para que siguiera caminando. Era una fiesta liberal, donde se podía encontrar
de todo, yo en lo personal no quería saber nada mas de drogas, tampoco de otros
asuntos, de pronto Mancilla bajó la música y les dijo – Nuestro invitado de la
noche, el escritor Óscar Fernández –
Después vinieron los
aplausos, como si de una presentación se tratara, Mancilla continuó – Juntos
luchamos en nuestros primeros años contra un sistema injusto, compañero de
andanzas, de la mala fama, esa que te crean los tutores y maestros, pero hoy
ellos siguen allá y nosotros, nosotros estamos mejor que nunca, brindemos hijos
de la rebelión –
Me dieron un trago,
y yo que me sofocó pronto me fui hacia el ventanal – Bendita guerra santa, ¿eso
te ha traído aquí? – le pregunté a Mancilla cuando se aproximó al ventanal
también.
– Esto es caótico,
mira cómo pusieron medio oriente, y digo pusieron, pues cuando yo llegué ya
estaba así –
– ¿Y quién tiene la
razón? –
– Todos, o ninguno,
yo creo que ninguno –
– Hay menos caos en
esta fiesta, y hasta parece una fiesta gay –
– Lo es, pero el
ambiente es diverso, hay de todo –
Me puse serio, me
quería reír, pero no lo hice, Mancilla era un personaje surrealista, sacado de
una novela de ficción, generoso con todos, pero impredecible, me sacó de mis
pensamientos – ¿Te incomodamos los gais? –
– De ninguna manera
amigo, conozco gente asombrosa, escritores, músicos –
– Somos los mejores
– dijo Mancilla en tono picaresco.
– No sabía que tú lo
eras –
– Ni yo tampoco,
hasta que me conocí mejor, pero hay niveles en los que te enamoras del alma de
las personas, no de su sexo, ni de su raza –
Mancilla tenía
razón, hasta en eso era rebelde, estaba muy solicitado por sus invitados, y de
pronto llegó un muchacho joven, me atrevería a decir que rondaba los 17 años,
no lo sé, llegó y abrazó a Mancilla por detrás, él se sonrió mirando al niño
con amor, lo acercó hasta a mí y me dijo candoroso – Él es Abdel, ha cambiado
mi vida –
– Saludos escritor,
Pepe me ha hablado mucho de usted, empezaba a ponerme celoso –
Los tres nos reímos;
yo aún no era capaz de conversar con nadie y el niño me dijo – Estos muchachos
quieren conocerle Óscar, aquí la gente es muy amigable –
Hola les dije, me
empezaron a saludar y cada uno me daba su nombre con apellidos, como quien pasa
la lista de asistencia en el colegio, después se mostraban curiosos por la
escritura y todos me daban a entender que su vida podía estar en uno de mis
libros, eso me pasaba todo el tiempo, la gente quiere trascender a como dé
lugar.
Abdel, el más
curioso me preguntó – ¿Viene a Egipto para quedarse? –
– No niño, me voy a
Palestina – respondí, entonces varios incrédulos me siguieron con la mirada, y
Mancilla irrumpió diciendo – ¡Ahora ven lo que les decía!, el escritor es
compañero mío de viejas hazañas, piensa que puede cambiar al mundo y lo único
que hemos hecho es correr del sistema –
Se escucharon varias
carcajadas – No voy a cambiar el mundo, voy a morir allá niño – Le respondí al
joven adelantándome a su pregunta y callando las risas.
Mancilla me sonrió –
Aún no es tiempo de morir, te regalo estos ojos color miel –
– ¿Cuáles? –
– Esos que te
gustaron al entrar, ¿crees que no me di cuenta? –
Después de sus
palabras apareció una mujer vestida de soldado, eran los ojos que había visto
al entrar, se me acercó y con suavidad me dijo – No me digas que te quieres
morir –
– Desde hace mucho
me estoy preparando –
– ¿Y cómo se prepara
uno? –
– Cada día morimos
un poco, estamos más cerca, a veces los finales son horribles y cuando te das
cuenta ya mucha gente ha desaparecido –
– Ahora ya sé porque
eres escritor –
– ¿Y tú que eres?
¿Por qué cargas ese fusil? –
– No es un fusil, es
una ametralladora, ¿No las conoces? –
– Sí, claro, ya me
han puesto alguna en la cabeza, en los asaltos, cuando vivía en la tierra de
Mancilla –
– Pero no te han
querido matar –
– No, parece que no,
y tu ¿Has usado el fusil? –
– ¿El rifle? Claro,
he matado unos cuantos palestinos –
Me ganó la risa y la
contagié, nos echamos a reír nerviosamente, yo más que ella, y Mancilla se
acercó – Llévalo a la habitación de invitados y trátalo bien –
– ¿No me vas a
matar? –
– Estás preparado
¿no? –
Sonreí, era hábil,
ingeniosa – Pues al matadero entonces –
Llegué a la
habitación, lejos del bullicio y ella se me quedó mirando, yo sentado a la
orilla de la cama, ella en un banco, puso el fusil, bueno, el rifle sobre la
mesa y le pregunté – ¿Lo vas a usar? –
– No, hoy no, es mi
trabajo y a veces me aburre disparar –
Me abrazó y empezó a
besarme el cuello, de pronto me echó la mano al medio del pantalón y reaccioné
– ¿Cómo así? No sé ni tu nombre niña –
– ¿Niña? Puedo ser
de tu edad escritor –
– No te creo –
– ¿Cuántos años
tienes? –
– A un caballerito
no se le pregunta la edad y menos así tan golpeado –
Se empezó a reír, se
soltó el pelo rizado que le llegaba a mitad de la espalda y me dijo – Sabes, a
ti no te mataría, si varios fueran como tú les hubiera perdonado la vida –
– ¿Así como yo? –
– Mancilla tenía
razón, eres un personaje –
– ¿Mancilla te paga
para que vengas conmigo a la habitación? –
– Es un gran amigo y
me pidió que te recibiera como te mereces, me contó todo lo que tengo que saber
–
– Pero si no quieres
no tenemos que hacer nada –
– ¡Calla! – me dijo
mientras me arrancaba mi camisa de lentejuelas rompiéndome los botones – Pero
mira lo que hiciste con mi camisa niña –
– ¡Calla! – repitió,
y después nadie detuvo su alma desenfrenada y pecadora, pues no diré más,
porque quiero omitir lo que en la sociedad medioriental se conoce como
pornografía, lo siento, creo que es peor en la hipocresía de la sociedad
occidental, o en las dos, sí, en las dos. Por eso el pecador seré yo, o ella,
pero no ustedes.
– Bueno, pero no me
has dicho ni tu nombre –
– María, un nombre
bíblico, soy de raíces egipcias, pero israelí, vengo a ver a mi familia al
Cairo y después regreso a defender con mi rifle la tierra de los ortodoxos –
Ella sabía de
historia, de razas, incluso de religiones, pero se ganaba la vida así,
defendiendo a los que le pagaban.
Su respiración no me
dejaba concentrar, estaba cerca de mi oído. Su lengua rasposa lo desató todo
hasta el sentir del golpeteo de la cabecera, pude ver sus ojos color miel y
esas marcas de bala o de algo más, pero no le quise preguntar nada, solo el
sudor y la agitación la hacían sollozar, esa gota de sudor que le caía por la
frente se deslizaba por su pecho hasta llegar a mi, quise perseguir la gota y
ella me dejó que lo hiciera con mi boca y después otra vez volví a tomarla, me
sacó y su hilo de saliva se confundía con mi semen, mientras la cabecera
golpeteaba y yo de repente miraba el fusil ese, mientras la cama se
desbarajustaba como la carcacha de mi abuelo por los viejos caminos de Carballino,
la cama estaba a punto de ceder y yo, yo levitaba.
El sudor caía como
lluvia sobre mi y un fuerte grito la estremeció, ella había gritado mientras la
piernas le temblaban, se le nublaban los ojos color miel y se dejó caer sobre
mi, empapándome aún mas de todo. Después de haber estado un rato abrazos le
dije – Niña, nos tenemos que dar un baño –
– El sudor se seca,
nosotros también –
– Tienes razón, me
he quedado seco –
Me sonrió mientras
se ponía la ropa y tomaba su rifle, o su fusil, salimos de la mano y me llevó a
través de los pasillos, por el camino había gente fumando mariguana o gente
teniendo sexo, solo actividades lúdicas y relajantes, también Mancilla estaba
teniendo un romance en una habitación contigua, pero no daré detalles de él, no
aun si no he dado detalles del mío.
Era una gran fiesta,
estaba llena de amor, la finalidad no era el sexo, era una hermandad. Mancilla
salió a mi encuentro y dijo – María nunca sonríe, supongo que está contenta –
– Si, pero no suelta
el fusil –
– Y dale con el
fusil – dijo María – Es rifle, ametralladora –
Abdel, Mancilla y yo
nos reímos, bueno, más bien se rieron ellos, yo me acoplé después, el alcohol
no causaba estragos, en esa residencia de Mancilla apartada del mundo se podía
hablar de todo y al disminuir el volumen de la música abrió un dialogo – Ya ves
querido amigo, aquí no hay reglas más que el respeto universal, sin juzgar,
este escándalo no es un crimen, un crimen son las reglas que han inventado los
banqueros para dejar a la gente en la calle y la usura, que en la edad media se
pagaba con la muerte –
Abdel miraba a
Mancilla con admiración, todos lo hacían, hablaba con voz alta y en todo de
orador, podía notar como en el viejo sistema éramos unos esclavos, pero en El
Cairo Mancilla era un rey.
Salió un árabe
letrado y un poco fumado diciendo – ¿Y las indulgencias? Cuando los antiguos
curas te vendían un trozo de cielo, antes los ricos compraban el paraíso, pero
eran ignorantes, engañados –
Me quedé pensando yo
que no soy partidario del sistema tampoco y es dije – ¿Qué será de esos curas y
banqueros cuando la vida se acabe? Siguen metidos en sus cuevas y no saben si
afuera hay oscuridad o luz de día, dándole las buenas noches a la mañana,
olvidándose de a quienes han engañado –
María me miró
entusiasmada, Abdel dijo – Bien escritor –
Mancilla abrazó al
niño, queriéndolo impresionar me preguntó – ¿Sirve de algo escribir denunciando
al sistema? –
– No hace falta que
te responda, la gente solo sabe quejarse, estamos en la sociedad de los
derechos, no de los deberes –
El muchacho sonrió y
curioso me preguntó – ¿Va a escribir de esto escritor? De la noche de hoy, de
esta fiesta que preparamos para usted –
– Sí, voy a escribir
de esta noche, de mi amigo Mancilla, de María, de ti también y de toda esa
ciudad que está allí afuera. Dime niño, ¿Puedes ver todas esas luces a través
de la ventana? Esa gran ciudad del Cairo –
– Sí – dijo Abdel
esperando mi respuesta.
– Pues de todo esto
no quedará nada, solo páginas de papel es lo único que recuerda a las
civilizaciones –
El niño miró por la
ventana, también María – No es necesario llegar hasta allá, las cosas ya están
ocurriendo, es el síndrome del ego, donde solo importa el individualismo, estas
sociedades colectivas están flotando en la mentira –
– Pero somos muchos,
El Cairo es invencible – dijo Abdel.
– Te equivocas niño,
de todo eso que ves no quedará nada, algún día todas esas luces estarán
apagadas, en penumbras, somos una plaga y solos nos exterminaremos –
Mancilla me clavó la
mirada ante la admiración de sus invitados – Todos estamos en el mismo barco y
lo estamos hundiendo, no hay unidad en los pueblos, siempre buscan la
separación, tampoco hay unidad en las familias, ni en los matrimonios –
– Estamos
programados, llegamos solos y nos vamos solos, si no estás contigo es la única
manera de sentirte solo –
Mancilla se quedó
pensando y me dijo – He hecho muchas cosas en mi vida, pero muchas otras no, y
no porque no haya querido, me lo han impedido, tengo muchos sueños recurrentes
cuando duermo, sueño con esas cosas que aún no he logrado –
– No has sabido
utilizar a las personas correctamente – dijo María.
La miré y le atesté
– Con el fusil se callan bocas, se matan opiniones, se descuentan enemigos –
– No es fusil
escritor, es rifle, pero desde la biblia, no has leído cuando Dios le habla a
Moisés y le dice “Ve a tierras Edomitas,
destrúyelos, invádelos, pues yo los pondré en tus manos y las trompetas que
derribaron el muro de Jericó”, fue un mandato del cielo, eso quiere decir que
hay preferencia por unos más que por otros, por eso para mí resulta absurdo hablar
de igualdad y de justicia –
– Tienes razón niña
del fusil, que me vas a decir a mí de hijos preferidos cuando no lo eres, la
justicia no existe, vivimos en un mundo injusto, pero tiene momentos que valen
la pena, y no creas todo lo que dice el hombre, yo no creo que Dios esté en
contra de algunas de sus propias creaciones –
– Yo tampoco creo
que Dios esté en contra de sus creaciones, no creo que favorezca más a unos que
otros, el mundo es de los astutos, de esos que no se dejan envolver con
tonterías, de esos que tienen la mente despierta y no se dejan engañar – dijo
Mancilla y añadió – Al pueblo pan y circo, ya lo decía el emperador –
Los invitados nos
escuchaban atentos, Mancilla estaba dando cátedra y el niño nos sacó del trance
– Peso yo dejé la escuela, ¡no creo en nada! –
Abdel era pícaro,
atrevido, incluso desafiante, no me quitaba la mirada y me dijo – Me gusta este
escritor, me gustaría leerlo y más cuando hable de esta noche –
Mancilla se molestó,
estaba incomodo, entonces lo soltó el veneno – Vete con el escritor si quieres
–
– ¿Qué coño pasa? Yo
estoy con la niña del fusil –
– No soy la niña del
fusil, soy una soldado –
Mancilla recapacitó
– No es contigo amigo, solo que el niño y yo… Yo amo al niño, tengo algo con él
y él siempre quiere darme celos –
– Pero el niño
conmigo pierde su tiempo –
El niño cínico dijo
en alto – ¡Qué lástima mi escritor! yo también soy macho, solo que me gusta
hacerlo con hombres, Mancilla es mi mujer –
No pude contener la
risa y la niña del fusil me abrazó, como queriéndome proteger de un peligro
inexistente, era su instinto, Mancilla enrojeció y los demás reían, Abdel no se
detuvo y acaparando la atención continuó – Me cayó usted muy bien escritor, yo
desde pequeño ando en las calles y sé lo que es trabajar duro, eso es un
verdadero hombre, no importa que me esté tirando al Mancilla –
Me detuve para no
reír – Tienes razón niño, eres un verdadero hombre –
Mancilla inquirió –
Ya no bebas más –
– ¿Eres mi padre o mi
mujer? –
– Perdonen los
desfiguros de este niño necio – dijo Mancilla a sus invitados.
– Búscate uno más
maduro – gritó una voz.
– Es que a esa edad
son mi debilidad, tal vez el próximo año lo cambie por uno más joven –
Abdel se giró con
violencia – Si me dejas te mato – yo lo besó, se lo llevó a una habitación,
mientras todos seguían bebiendo y cometiendo toda clase de desfiguros, la niña
del fusil me apuntó y me dijo – vamos a la habitación a ensayar tu muerte –
– ¿Ahora si me vas a
matar? –
– No, vivo es como
me sirves –
Es una historia intensa desde el principio, me gusta como se desarrolla, me gusta mucho. Muy bien logrado, gracias por compartirlo.
ResponderEliminarMuy buen relato, sobrecogedor
ResponderEliminarUna historia muy intensa, me gusta
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