Había llegado la expulsión definitiva,
el primer gran fracaso de un adolescente en la escuela secundaria. Los días
futuros fueron inciertos, en cada uno de ellos había una promesa rota, pero
nada debía preocuparme, esos adultos que intentaban dirigir mi vida no sabían
que las suyas estaban encaminadas al infierno.
Los últimos días fueron marcados por
peculiaridades, la prestigiosa escuela me escupiría airoso como siempre lo fui.
Lejos de ser un adolescente emigrado que no encontraba la paz ni en las largas
noches, me convertí en esa nefasta celebridad que no solo había quemado el bote
de basura del laboratorio con intenciones de encender la escuela, sino también
de haber vencido por azar a Kamala, el alumno más gordo y fuerte del colegio.
Todos me miraban como un bicho raro, no
sabían si darme la mano, salir corriendo o aplaudirme, hasta los profesores
sabían de mis hazañas, pero me habían dejado seguir, esperaban que yo cavara mi
propia tumba, mis superiores estaban jugando un póker abierto, esperando ese
error, ese último error que no tardaría en cometer para que tuvieran el
pretexto perfecto y por fin borrarme de la historia.
Solo una linda profesora me sonreía, no
puedo hablar de ella, ni decirte su nombre, tampoco que asignatura impartía,
solo recuerdo que en su sonrisa encontré el consuelo que no me daba mi madre y
me acerqué a ella. Se agachó y me peinó mi fleco para atrás y riéndose dijo –
Tan flaquito que eres y tan menudito ¿Cómo venciste a Kamala? No lo creo y menos
aún que incendiaras el laboratorio de biología, tienes una cara de niño bueno –
Lo dijo mientas se tapaba la boca dejando escapar una carcajada.
Yo permanecía callado, mirando sus ojos
y ella los míos, pero me sacó del trance – Hay Fernández, eres tan lindo, tan
abrazarle ¿Tu mamá vive contigo? –
– Sí profesora –
– Que bonito acento, una mezcla de
todo, te he escucho cuando les gritas groserías a tus compañeros, esa mezcla me
mata flaquito – Y dejó escapar otra escandalosa carcajada.
Yo la miraba fijamente sin decir nada,
ella me peinaba y yo sin perder la forma empecé a sentir algo raro, era su
escote, sus ojos, tener a una mujer madura tan cerca, empecé a sentir algo
extraño y tuve una erección. Tomé una libreta que tenía cerca para disimularlo,
pero ella se había dado cuenta.
Retiró la libreta y me vio, se empezó a
reír y me avergonzó, me puse tan rojo que podía brillar en la noche y salí
corriendo como un niño asustado. Empecé a sudar, la profesora me había
desconcertado, nada de esto era normal. Caminé por el patio de adoquines grises
y miré como un niño corría con un balón de futbol americano, no tardaron en
alcanzarlo y le cayeron como veinte tipos encima. Al ver ese alboroto me lancé en
vuelo, era inevitable y de pronto apareció El Muerto, así le decían al
coordinador actual, quien antes había sido mi profesor de matemáticas y me dijo
– Fernández, está usted poniendo el desorden nuevamente –
Todos los chicos se levantaron y se
fueron, pero el coordinador seguía en su perorata llamándome la atención a mí
solo; nadie dijo nada, por el contrario, todos se alejaron alegres de que El
Muerto la hubiera tomado conmigo y yo sin poderle decir nada – Pero qué coño,
no se daba cuenta que yo solo iba pasando y me lancé en vuelo sobre todos – Eso
lo pensé, pero no lo dije.
Después de firmar otro maldito reporte
que aceleraba mi expulsión seguí caminando por esos adoquines grises y para mi
desfortunio me encontré a dos chavales que eran apodados Viruta y Capulina, por
su parecido físico con aquellos comediantes mexicanos que eran inseparables. El
estúpido de Viruta que quitó mi portafolio y como si de un balón se tratara se
lo pasó por aire al gordo de Capulina, quien lo interceptó en tránsito. Esto no
era divertido para mí, pero ellos seguían con ese estúpido juego pasándose mi
portafolio por aire hasta que Viruta no lo pudo atrapar y fue inevitable ver
como mis libretas se esparcían por el suelo, mis bolígrafos y lápices, todo
roto, aquel portafolio que me había comprado mi padre reventó con la caída y
quedó inservible. Capulina gritó a Viruta – ¡Vámonos, ya la cagaste! – Y
salieron corriendo.
Yo no tenía con quien quejarme, pues
nadie me creía, menos mis superiores, entonces de entre los charcos recogí las
pocas cosas que se salvaron y las abracé contra mi pecho, no entendía porque lo
hicieron, Viruta y Capulina eran buenos estudiantes y pensé que tal vez algún
coordinador o maestro los había mandado para que yo cayera en provocaciones,
pero contuve mi impotencia, mi rabia.
Pegué con cinta algunos libros y
libretas y puse mi portafolio al revés, como si de una caja de zapatos se
tratara, como le iba a decir a mi padre que estaba a punto de ser expulsado, y
para colmo que el portafolio que recién me había comprado dos semanas atrás estaba
destruido, caminé bajo la llovizna que terminó por convertir en sopa de letras
mis útiles escolares, entonces al pasar por la primera papeleta decidí tirarlo
todo a la basura.
Vi como esas hojas se pegaban y yo
tenía que seguir, aunque sin útiles caminaba más ligero de equipaje. Solo
esperaba que no me fuera a encontrar una autoridad, lo que podían hacer era
pedirme mis útiles y yo con otro cuento chino de esos que si la lluvia, que si
los compañeros, que todo el puto mundo conspiraba en mi contra. Era como la
vida real cuidándome de los policías y de los ladrones.
De pronto se volvió a alegrar mi día,
apareció la profesora y me secó las mejillas, parecía seguirme de cerca y dijo
– Nada es por azar, si venciste la enormidad de Kamala puedes vencerlo todo –
– ¿Y usted como sabe todo eso
profesora? –
– Aquí ninguno de tus compañeros guardó
su voto de silencio y hasta la Coordinación llegó la crónica del bote de basura
que incendiaste y la pelea con Kamala, son unos chivatos y los coordinadores no
reaccionan, están esperando cualquier motivo para expulsarte, pero yo sé que tú
eres buen niño, tal vez te hace falta la atención de tu mamá –
– ¿Usted no quiere ser mi mamá? –
La maestra reventó en una carcajada sin
poder parar de reír, yo la observaba serio y después de secarse los ojos que le
lloraban por las risas me dijo – No flaquito, estoy esperando un bebé, y sé lo
que puede sufrir, pues el idiota con el que me metí se enteró de que estaba
embarazada y me dejó, desapareció –
– Si yo fuera el papá no la hubiera
dejado nunca profesora –
La mujer se enterneció y me dio un
abrazo tan fuerte que pude sentir su vientre prominente de que estaba en cinta
y sus senos llenos de maná maternal. Me quise controlar, pero no pude, tenía
que pensar en un pastel o en un helado de vainilla, pero por más que traté de
evitarlo volvía tener una erección. Ella no se apartó, por el contrario, me
abrazó más fuerte y me preguntó – ¿Tienes novia? –
– Va usted a pensar que soy un tonto,
pero nunca he besado a nadie –
La maestra me volvió a abrazar y me
dijo – No sé si esto esté bien, pero yo puedo ayudarte a que mejores en la
escuela, siento algo especial por ti, no sé si es ternura, te veo tan
desamparado, tan solo, si quieres ven a mi casa por las tardes, yo vivo sola y
muy cerca de aquí –
Me dejó su dirección y se marchó no sin
antes darme un beso en la frente, como una mamá, pero esta mamá me provocaba
erecciones.
Seguí mi camino hacía la salida del
colegio y una incipiente lluvia me empapó, no hacía frío, mas sentía un enorme
vacío por mis cosas perdidas, caminé sin importarme que la precipitación
apretaba. Poco después y en la esquina del colegio enconaré a un destacado
compañero de apellido Amaro, disfrutando un helado con ese frío. Él levantó la
mirada, y noté su inmediato nerviosismo; me acerqué imprudente pensando que
sabría algo que yo no, desde hacía tiempo sufría ese tipo de delirios; mi
sorpresa fue encontrarlo con su madre y otro niño, debía ser un poco más joven
que mi compañero; en cuanto le vi reconocí esos ojitos pequeños y rasgos
mongoloides, el Síndrome de Down era más que obvio. Saludé haciendo gala de mi
pobre educación, intentando ocultar mi gañanía pregunté con delicadeza si el
niño era hermano de Amaro; éste lo negó rotundamente, pero no había terminado
la frase cuando su madre le increpó – ¡¿Por qué siempre nos niegas?! –
Sin despedirme emprendí la huida
avergonzado, salí del local escuchando a la señora recriminar, Amaro me alcanzó
y tirándome del brazo me imploró – No le digas a nadie, por favor – le sonreí
discretamente, no me sentía con ánimo de hablar con nadie y menos recriminar a
alguien que se avergonzara de su propio hermano, me alejé dejándolo ahí, con la
duda de si alguna vez por indiscreto o desgraciado diera a conocer la condición
de su familiar.
Pobre pequeñito, nada malo tenía
padecer Síndrome de Down, había bastante cabrón suelto y con peores
intenciones, este era el mundo de apariencias e hipocresía, esos destacados
alumnos sin corazón. Llegué como pude a
la casa, por mí me hubiera tirado al flujo vial, pero no sé de donde saqué
fuerzas para continuar.
Llegué y me acosté en cama, la
situación de mi pronta expulsión me atormentaba y el recuerdo de la profesora
me mataba a pajas. ¿Cómo la había podido dejar el padre de su hijo a su suerte?
Mi padre era un cabrón, pero jamás capaz de algo así, pobre maestra, tal vez
también era una incomprendida como yo.
No sé si era mi imaginación, pero creo
que la profesora sentía cierta atracción por mí, yo le contaba todas mis
fechorías cuando la encontraba en la escuela, mientras que ella me contaba otro
tipo de cosas, llegamos a tener mucha confianza, la profesora disfrutaba de
nuestras charlas, se reía mucho, siento que le encantaba escucharlas y me
alentaba a seguir firme en mi forma de pensar, con nadie podía hablar con tanta
soltura. Pero la vida para mí era otra, giraba en torno a mi desastre y mi
absurdo paso por esta vida que se reducía a los patios de adoquines grises de
ese colegio prestigioso.
Un día me animé después de darle mil
vueltas a mi cabeza, me dirigí a la casa de la profesora pensando en verla,
pero, tantas preguntas aparecían en mi mente, estaba realmente nervioso, toqué
el timbre y me sudaban las manos, parecía que me estaba derritiendo, entonces
ella salió por la ventana y me vio, su sonrisa fue explosiva – Ahorita bajo
flaquito –
Se tardó tanto y eso me ponía más
nervioso, por momentos pensaba en huir, pero por algo había llegado hasta ahí,
y es que fuera de la escuela todo era tan distinto. Hasta que me sacó de mis
pensamientos cuando abrió la puerta. Traía un vestido blanco que la hacía verse
como los mismos ángeles, me gustaría describirla, pero no puedo, me quedo con
su retrato en mi memoria, yo tenía tan pocos años y ella… ella no lo sé.
Me invitó a subir y me dijo – ¿Quieres
un refresco? ¿Ya comiste? –
– No tomo refrescos profesora, solo
agua –
– ¿Por qué estás tan pálido flaquito? –
– Estoy nervioso, un poco nervioso –
– Cálmate, todo va a estar bien – Se me
acercó y me dio un beso en la frente, después en el cachete hasta que llegó a
mi boca. Yo no sabía cómo responderle y sin preguntarle nada me dijo – Solo
mueve la boca, como lo hago yo –
Fue desastroso, los nervios, la
inexperiencia, nada era como en los sueños, la vida real era diferente,
entonces le pregunté – ¿Me va ayudar a salvar el curso? –
– Ojalá se pudiera flaquito, pero tu ya
sabes que está todo perdido –
– ¿Entonces lo de venir aquí no es para
estudiar? –
– ¿De verdad quieres estudiar? –
Una sonrisa picaresca me puso en
evidencia y dije – No, la verdad es que solo la quería ver, ojalá que no me
enamore de usted –
– Flaquito eres tremendo, así le has de
decir a todas –
– Nunca profesora, usted es la única,
la primera y quiero que sea usted solo usted –
Mi seriedad la hizo ponerse seria y se
desabotonó el vestido blanco diciendo – ¿Te gustan? – Miré sus senos desnudos y
sentí que se me nublaba la vista, podía darme un infarto con esas sorpresas,
tomó mi mano sudorosa y me dijo – Tranquilo, tócalas, tócalas despacio –
Las empecé a palpar y eran mucho mejor
de lo que me hubiera imaginado, se me acercó tanto hasta que su aureola derecha
estaba pegada en mi cara y empecé a besar, ya para aquel entonces mi aureola de
ángel había desaparecido, y me perdí en ellas, en ella, quería que ese momento no
terminara, pero como no di el paso ella lo dio mostrándome el camino, me llevó
a su alcoba y me dijo – Vas a ser uno de los mejores amantes, pero tienes que
hacerme caso –
Se deshizo del vestido y me pidió que
la besara, que la besara completa – Muy bien Fernández, con la lengua hacia
arriba, así puedes hacer que alguien dure horas – repetía entre gemidos
ahogados.
La profesora lo estaba disfrutando,
pero por momentos tenía una preocupación en su cabeza, era yo, o lo que estaba
haciendo conmigo, y me dijo – Si sientes asco o te encuentras mal paramos –
– No maestra, todo está bien, nada de
asco –
Me empezó a dar consejos de como besar
y mover mi lengua, era como si hubiera esperado ese momento toda mi vida, pero
a la vez no sabía qué hacer. Me sacó de mis pensamientos con un grito que la
hacía temblar y se incorporó para quitarme la ropa. Vio mi pene erecto y
preguntó – ¿Siempre está así? –
– Desde que la conozco más –
– ¿Y qué haces cuando piensas en mí? –
No pude responderle y me dijo – Esto va
a ser mejor –
Me empezó a besar el pene que sentí que
se me iban a caer las uñas, ella al darse cuenta de mi precocidad y de que era
mi primera vez me dijo – Házmelo –
– ¿Cómo? –
Solo un idiota novato no sabía por
dónde empezar, pero ella con su mano lo colocó por donde debía ir, y era en
verdad fascinante, por primera vez un adulto me había encaminado hacia un lugar
que no podía dejar de seguir. Lo hicimos, ella gritaba, me decía como, que era
excelente, y sus temblorosas manos rasguñaban mi espalda. Terminé y ella me
dijo – No te muevas, quédate en mi –
Así lo hice, hasta que me quedé seco.
La profesora me limpió el sudor de la frente haciendo mi fleco para atrás como
en aquellos días y me dijo – Eres un amante increíble flaquito, si te enseñan
puedes aprenderlo todo bien –
Yo me quedé pensando, pues en las clases
de formación humana nos habían hablado del embarazo y los métodos
anticonceptivos, entonces le pregunté – Maestra ¿Vamos a tener un bebé? –
La maestra estalló en carcajadas y yo
preocupado le recriminé – Imagínese si su hijo es mitad gallego y mitad
chilango, lo van a molestar mucho en la escuela –
La profesora se enterneció – Dame un
abrazo –
Me abrazó tan fuerte que no había
sentido nunca un cariño así – Entonces maestra, ¿Vamos a tener un bebé? –
– No tontito, estoy embarazada de
cuatro meses y mientras esté embarazada no puedo volverme a embarazar –
Me dio tristeza, pues yo quería tener
un hijo con ella, pero apenas me podía limpiar el culo a mí mismo como para
tener un hijo, se me quedó mirando mientras se tapaba con sus sabanas y la noté
como si quisiera llorar, pero no lloró, solo me dijo – A veces me siento tan
sola –
– No lo está profesora, cuando me
corran de la escuela vengo a trabajar para ese hijo que espera –
– Tienes que irte a tu casa flaquito,
tu mamá te espera –
– No maestra, nadie me espera –
Me dio otro fuerte abrazo, tan fuerte
que me cortó el aire, me besó en la frente y me dio unas llaves – Si alguien se
entera puede ser un problema, no se lo cuentes a nadie –
– No maestra, nadie sabrá nunca de
usted –
Se lo dije con tristeza y me fui a
casa, la dejé en su cama y cerré la puerta echándole sus llaves por debajo,
caminé y miré hacia la ventana, esperaba que ella estuviera asomada, pero no
fue así, entonces seguí caminando.
El día siguiente el mundo había
cambiado, todo parecía más tranquilo de lo habitual, la típica calma que
antecede la tormenta. Caminaba por esos patios adoquinados esperando encontrar
a la maestra, pero no la vi, para distraer mi soledad compré unas patatas
fritas, como les decían en el cole, papas fritas con salsa valentina. Justo las
terminaba cuando luego de chuparme los dedos lancé la bolsa vacía al aire,
estaba en una planta alta y la lacé hacia el patio gris, entonces un grito me
hizo correr al filo de la baranda para enterarme de quién se trataba. Otro
Coordinador, apodado El Indio me miraba con rabia y despotricó – Por cerdos
como tú está el patio así – mis ojos recorrieron aquel lugar y efectivamente
aquello era un basurero – ¡Quiero el patio limpio en una hora! ¿Fernández
verdad? – Sólo asentí – Voy a pasar el respectivo reporte – y se marchó
dejándome con la titánica tarea de recoger todos los desechos de un patio
gigante y allí expuesto al duro sol empecé a levantar bolsas de todo tipo de
botanas y chucherías.
Cuarenta minutos después no había limpiado
ni la cuarta parte del patio, no contaba con una escoba, ni con un recogedor.
¡Pero qué coño! Estas no eran condiciones laborales correctas; y el sólo hecho
de llevar la basura que llenaba mis manos a las papeleras me hacía tardar mucho
tiempo. Sudando de pies a cabeza y rojo como un tomate luchaba contra la sed y
el calor para conseguir la tarea que se me había encomendado, me faltaba el
aliento, cuando me agaché para alcanzar una bolsa vacía de galletas escuché un
grito más fuerte – ¡Fernández! ¡Deje eso ya! –
Estaba esperando que fuera mi princesa,
la bella maestra de una asignatura olvidada, pero no, la aguardentosa voz era
de otra mujer mal encarada. Estaba volviéndome loco, si volvía a escuchar mi
apellido de nuevo iba a perder la cordura, gritaría como loco y me revolvería
en la basura, desnudo.
Era Miss Trini, la directora de la
institución, miré atemorizado hacia ella, que de sólo estar ahí destilaba
autoridad –Fernández me hubiera gustado ayudarlo, pero usted no lo permite – no
me dejó hablar y se fue, levantándome el castigo, dejándome ahí solo en el
patio.
Desconcertado caminé hasta el aula – Te
anda buscando El Camarón – Me dijo un compañero, un minuto después el
Coordinador estaba frente a mí – Tenemos que hablar – otro reporte, otro regaño
imaginé, caminé resignado tras él, como un condenado que ya sabe su destino.
En cuanto entramos a su oficina el
ambiente se tornó más tenso, esperé paciente hasta que el Coordinador rodeó su
escritorio y se sentó en su silla – Bueno Fernández hoy es el día, no importa
el por qué, debió haber pasado hace mucho tiempo – sabía de lo que hablaba y
aun así no daba crédito a sus palabras – ¿Y ahora qué pasará conmigo? –
pregunté ingenuo – No lo sé – me respondió negando levemente con la cabeza y
rascando su barbilla – No sé qué pasó contigo Fernández, no eres mal muchacho;
espero que esta expulsión te sirva de algo y te encamines, vamos a liberarnos
de esta dura frustración los dos, es hora de tomar caminos diferentes –
– Entonces me voy –
– Así es Fernández, no hay árbol malo
que de buen fruto, pero tienes un talento especial, deberías aprovecharlo,
tenerte aquí es lo peor que puedo hacerte –
– Profesor, sé que no merezco nada,
pero, ¿podría hacerme un último favor? –
Don Camarón arqueó las cejas y con una
señal me dejó hablar – ¿Podría decirle a mi padre que ya no me van a dar
reinscripción? Es que eso de “expulsión” suena terrible, trágico –
El Coordinador me sonrió y tuvo a bien
darme esa última voluntad, que supo a última cena de un condenado a muerte.
Como había predicho las consecuencias no fueron tan devastadoras como si la
palabra “expulsión” se hubiera colado en mi expediente, salí de ese colegio por
la puerta pequeña y para siempre, nada de gloria ni admiración, esa que uno
piensa tontamente que se gana cuando es un bribón, me iba yo como se fueron
Macrino, Quesada, Wally, Mota, Calderón y tantos otros; en un par de semanas me
olvidarían.
– ¿Nombre de su tutor? ¿A quién lo
dirijo? –
– A mi padre por favor, Andrés
Fernández –
Me miró y siguió redactando mi salida
del manicomio. Yo no caía en cuenta, solo miraba fijamente a ese hombre sin
tener palabras ni argumentos, El Camarón no era un mal tipo y redactó un
reporte blanco con efectos letales, de esos que ayudan a digerir las noticias
un poco mejor, ya bastante tenían mis padres con tener un hijo como yo.
El Camarón estaba conmovido y tuvo ese
gesto de camaradería, me dio la mano y me peinó el fleco hacia atrás; esta vez
no pasaría de ahí, pero dejando las bromas atrás, este día se cerró un triste y
vacío capitulo en mi vida, de este errante que no sabe por dónde camina, adiós
promesas rotas, adiós expectativas, adiós patios de adoquines grises.
Qué experiencia! Por un lado, se cumple la fantasía edípica, pero por otro, técnicamente, fue una situación de abuso y como primera vez. Como mujer, no se qué tan bueno haya sido para ti... ¿Te gustan las mujeres mayores?...😉❤🍷
ResponderEliminarClaro que sí, todas las mujeres tienen su encanto
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