La muerte
es como un largo y profundo sueño, pero despertar de la muerte puede ser muy
sorprendente.
Tal vez no
desperté de la muerte, ¿o sí? Abrí mis ojos, sentía la
cabeza pesada y no lograba ver nada, todo estaba cubierto por grandes nubes,
era como si mi ataúd fuera una enorme cámara de humo espeso y frío. El humo
era blanco, infinito, incondensable; fueron segundos en los que mi mente estaba
tan nublada como mi vista.
Pero… ¿Cómo había llegado
ahí? ¿Qué había pasado antes?
La historia
empezó así. Fue un fin de semana mortal como su desenlace, yo era guitarrista de
la estudiantina de la universidad y por aquel mes se celebraba la noche de
muertos; vivía en la gran ciudad donde los trayectos eran largos, en el día los
aborrecía, pero por la noche todo era diferente; mi última clase terminaba a las
diez y para esas horas ya no había tránsito
y menos aún por la avenida que yo regresaba a casa; era oscura y solitaria, como
yo.
He de
confesar que disfrutaba ese trayecto, la noche templada y un poco de mi música
favorita; Elton John o Neil Diamond; a veces alternaba con la radio y era muy
curioso buscar algo interesante en las estaciones que se sintonizaban con mucha
interferencia.
En aquel
tiempo existía un programa que se llamaba “La Mano Peluda” en
teoría era un
programa de terror que se volvía cómico en ocasiones; donde un locutor abría el teléfono y esperaba las llamadas de los radioescucha para que contaran su
historia o algo paranormal que les hubiera ocurrido.
Era muy
gracioso porque se notaba cuando la gente inventaba tonterías; ese programa se volvió tema
de conversación con algunos amigos que también lo escuchaban desde casa, mientras yo dejaba de pensar en el camino.
El locutor
murió hace algunos años, muy joven por
cierto; Juan Ramón Sáenz. Y recuerdo en esas fechas donde se
acercaba la noche de brujas que “La Mano Peluda” dedicaba las dos horas de emisión a charlar con gente más
profesional, temas que tenían que ver con la muerte, el esoterismo y
tradiciones.
Esa noche
de viernes fue muy peculiar, algo me retumbó en la mente; precisamente el
locutor estaba diciéndole a su invitado que para ver
bajar a los muertos en estas fechas había que ir a los panteones y
untarse lagañas de perro en los ojos.
De
principio me pareció asqueroso,
pensé en una horrible conjuntivitis,
pero me entró la curiosidad, la idea coqueteaba conmigo. Tomé mi móvil, de esos móviles gordos de
aquellos tiempos y llamé por teléfono mientras conducida; antes no había multas, el tema celular estaba
empezando y no se sabían de los peligros, entonces enlacé a mi amigo Oscar Méndez.
– Hola –
– ¿Oscarin? –
– Sí, ¿pues a quien Chingados llamaste? –
Tenía razón, y nos echamos unas risas.
– Te llamo porque esté
sábado
tenemos presentación con la estudiantina y después una amiga; Michelle hará una fiesta de disfraces en su
casa, ¿quieres venir? –
– Estaría de bolas mi obelisco –
– Además no me lo vas a creer, estaba escuchando “La Mano Peluda” y dijeron que si te pones
lagañas de perro en los ojos ves a los muertos bajar, hay un panteón que se
llama Mixquic está en Mixquic, que tal si
terminando la fiesta vamos al pueblo –
Mi amigo
se quedó pensando, no sabía si me diría que sí o que no, pero él pensaba en otra cosa y no tardé en descubrirlo – ¿Será verdad que con las lagañas de
perro podremos ver a los muertos? –
– Uff pues no lo sé, pero podemos intentarlo,
seguro que en el panteón hay varios perros callejeros, tú agarras a uno, yo le quito las
lagañas y nos las untamos –
– Pues sí, solo que le hagamos así
–
– Entonces ya es un hecho, vamos a pasar un fin de semana de lujo –
Me quedé pensando muy seriamente y recordé que todos los perros de la calle tienen
lagañas, no debía ser difícil quitárselas, la idea me daba muchas vueltas en la
cabeza y volví a llamar a Oscarin, quien estaba yo más inquieto
– Soy yo otra vez, ¿Qué vas a hacer hoy? –
– Tengo una fiesta, voy con mis hermanos Héctor y Jessica, si quieres puedes venir –
– ¿En serio? –
– Sí, pero es de disfraces –
– Acabo de salir de mi última clase y no llevo disfraz puesto –
– No te preocupes, ven así –
Me dio la
dirección y fui hasta el lugar donde era la fiesta, si no mal recuerdo se
llamaba “La Herradura”; llegué y saludé a Hectorin, Oscarin y a Jessy, todos iban
disfrazados menos Héctor y claro, yo.
Después de unas pocas palabras y de no conocer a
nadie me senté con Héctor y algo le comenté del tema,
pero no le interesó mucho; Oscarin iba vestido de “El Zorro” y en un arranque me dijo – Esto está de hueva,
vámonos
– Lo
dijo gritando, para que todos le oyeran.
Héctor se enojó y le reclamó, le decía que no se sabía
comportar; a Oscar le daba igual y me dijo – Mi obelisco, ¿te vas conmigo o te quedas en está mierda? –
Me puse en
pie sin contestar y me despedí de Héctor, quien se
quedó asombrado, Jessy estaba con su novio y al parecer no se percató de
nuestra huida. Además yo no conocía a nadie, y estábamos muy
lejos, de hecho Oscar se podía quedar a dormir en mi casa.
Nos
subimos al coche y le pregunté – ¿Cómo llegamos a Lindavista? –
– Yo aquí no conozco, pero tú dale todo derecho a ver a dónde
salimos –
En ese
momento me di cuenta que Oscarin venía un poco bebido, pero le hice
caso, empecé a conducir el Tsuru y me metía por
calles y más calles desoladas, oscuras, hasta que llegué a una larga avenida que estaba aún más desolada.
Las tenues
luces no me dejaban ver ni los topes que pasábamos casi volando, entonces al
no encontrar la salida de esa avenida grande y recta me desesperé y metí el acelerador a fondo, fue
excesivo, los pelos nos volaban con el aire; hasta que de pronto algo se movía en la oscuridad, preferí no hacer
caso y seguí con la velocidad a tope; Oscarin no me decía
nada.
Fue casi
sorpresivo, milimétrico; apareció una moto frente
a nosotros, estaba con las luces apagadas y allí parada, en la mitad de la
avenida, pero con dos personas arriba. Fueron milésimas de segundo en las que cerré los ojos y
los imaginaba volando por los aires, pero más sorprendente fue la reacción
del conductor que pisó a fondo justo cuando me tenía atrás y con gran habilidad y
maniobra se apartó del
camino.
– ¿Qué fue esa
mierda? – Preguntó mi amigo aletargado
– ¡Y yo
que sé! Un maldito loco –
Todo era
tan extraño, ¿Qué hacía un
motorista en medio de la vía? ¿No era un fantasma? Apenas pude preguntarle
a mi amigo, pero no dio tiempo ni de articular la primera palabra cuando de las
oscuras esquinas salieron cuatro motoristas más. Tenían chamarras de piel, barbas
largas y había alguna mujer entre ellos.
– ¿Qué está pasando? –
– Nos quieren asaltar, métele más, conduce más rápido – dijo mi amigo alterado.
Pisé el acelerador aún más a fondo y estos motoristas
igualaban mi velocidad, traía uno al lado izquierdo, dos del lado
derecho, y otras dos motos venían atrás; pero si nos paraban nos harían
papilla, nos asaltarían, nos quitarían el coche.
Pensé que sacarían un arma o algo así, giré levemente la cabeza y vi al acompañante de mi
lado izquierdo, un gordo, malicioso, de pelos largos y con barba muy espesa,
sus rizos volaban mientras brillaba su chamarra de piel con las luces tenues.
Fue un corto intercambio de miradas y pude ver su intención por adelantarme y
sacarme del camino, pero estaba decidido a todo, no lo iba a permitir. No sé de donde salió ese pensamiento mío, pero
con una brusca maniobra di un volantazo y le eché encima el coche al de mi lado izquierdo.
Mi amigo
me miró sorprendido cuando vio como la moto se salía del camino, pero nada me
importó, estaba a punto de hacer lo mismo con los dos que venían del
lado derecho, pero ellos predijeron mi movimiento y frenaron para no encontrase
de frente con mi cofre.
Empecé a zigzaguear, tenía preparado un frenado repentino para los que
venían atrás, pero la mirada de mi amigo me detuvo – No pares,
se puede quedar el coche por el golpe –
El que se
salió del camino se incorporó como pudo, seguían ahí, atrás nuestra, empeñados; no había manera
de deshacerse de ellos, eran cinco motos, muy hábiles todos los conductores, de
no ser así ya hubieran desistido, o peor aún ocurrido una desgracia.
Hubo un
momento de silencio y yo seguí con el acelerador a fondo, no había policía, ni
gente ni coches, solo largas avenidas desoladas y esos pandilleros que nos
pisaban los talones.
Después de unos minutos le pregunté a mi amigo si veía algo, lo noté sereno y dijo – No creo, la verdad no me he
fijado, seguro ya les dio hueva –
Tenía pesar de mirar por el retrovisor, pero lo hice, después de tanto correr y de seguir corriendo sin
perder la concentración vi unas luces a lo lejos, y esas luces se iban
apagando, nos habían liberado o no valíamos la pena, estaba a punto de descubrirlo.
A unos
metros estaba periférico, totalmente iluminado, había tránsito
vehicular aunque poco; nos alejamos de sus terruños, y no sé si ellos se volvían o nosotros nos alejábamos,
pero esas motos se perdieron en la oscuridad, así como salieron, ya no quedaba
rastro de aquellos mal vivientes, y tuve tiempo de hacer una pregunta estúpida – ¿Qué habrán querido?
–
– Si tienes curiosidad podemos regresar –
Con esas
palabras se cerró la conversación y jamás volvimos a hablar de tema. Mi
amigo venía casi dormido y muy relajado, así como si nada hubiera pasado. No
sé si me contagió y lo tomé del mismo modo, fue un silencioso regreso a casa donde solo las altas
luces de las farolas se asomaban por la ventana con su resplandor.
A la
mañana siguiente Oscarin saludó a mis padres, después empezamos a hablar de lo nuestro, el plan magistral del sábado por la noche; la
presentación con la estudiantina, la fiesta de Michelle y el panteón, las
lagañas de perro y es que en verdad queríamos ver muertos.
Cualquiera
que nos escuchara hablar podría pensar que éramos un par de locos y seguramente no estarían tan equivocados, pero hablábamos del
tema con mucha naturalidad, de cómo sujetar a un perro, para quitarle las
lagañas, incluso de cómo nos las pondríamos. Estábamos armado una estrategia
completa.
Después de comer empezó la tarde y con mi guitarra
al hombro saludaba a todas las chicas de la estudiantina y a las que se
acercaban de otras estudiantinas; esa guitarra era mágica. Después a mis amigos, era genial compartir el escenario con Ray, Marino,
Marco, Meli, Leo, Andrea, Javier, Chucho, Charlie, Manuelito, Norma, Jorge y
tantos y tantos momentos y canciones que me queda pequeño el papel.
Empezamos
con el popurrí que tanto me gustaba y el maestro Beto Flores haciéndonos las señas desde su teclado –
Dos, Tres y ese toro enamorado de la luna –
Esas luces, esa sensación, esas voces unidas de la Estudiantina UNITEC. Cada noche, cada presentación me marcaba la vida. Ver tantas caras a lo lejos cantando lo que cantábamos, ver tanta euforia y después bajarse del escenario y era cuando ya nada importaba.
Esas luces, esa sensación, esas voces unidas de la Estudiantina UNITEC. Cada noche, cada presentación me marcaba la vida. Ver tantas caras a lo lejos cantando lo que cantábamos, ver tanta euforia y después bajarse del escenario y era cuando ya nada importaba.
Mi amigo
se metió al vestidor y de allí partimos rumbo a casa de Michelle, era
evidente que el repetiría disfraz y yo conseguí algo del grandioso Drácula clásico, esa
camisa apretada y con mangas donde se cruzaban mil holanes. El peinado relamido
y la capa que te hacía sentir un súper héroe, aunque se trataba de un marchito
monstruo.
Michelle
se disfrazó de diablita. Todos los amigos de la estudiantina fuimos a esa
fiesta, creo que era por el Rosario y mi amigo y yo empezamos a descarar el
plan de ir a Mixquic cuando ya la fiesta estaba entrada, pero una respuesta fue
desoladora, no recuerdo si fue Ray quien dijo – ¿Cómo se les ocurre?, tienen que
atravesar la ciudad, eso está completamente al sur y ya casi es media noche
–
Miré a mi amigo y
me dijo – Vámonos, ya casi es media noche –
Se sumaron
otros tres amigos, uno de apellido Ocampo, a los otros dos no los recuerdo por
nombre, pues eran nuevos en la estudiantina y duraron muy poco.
En la
fiesta unos se quedaban, otros se iban, otros se emborrachaban y nosotros íbamos a
buscar “lagañas de perro”
Wow, era un master
plan; me repetía en la cabeza, mientras los tres incrédulos de atrás se reían, pensaban que estábamos
bromeando, pero nos vieron tan serios que terminaron por seguirnos la corriente
como a los locos.
Llegamos
al panteón de Mixquic, los disfraces que llevábamos no encajaban con las
tradiciones, había chicas vestidas de catrinas, o gente con
las caras pintadas de blanco emulando una clavera, pero nosotros: Drácula, El
Zorro y El Espantapájaros jamás se juntarían ni en la peor de
las películas, la gente nos miraba como si hubiéramos bajado de un platillo volador, creo que si pudieran adivinar
nuestros pensamientos nos verían aún más asombrados.
Empezamos
a beber mientras mi amigo se fumaba los cigarros de las ofrendas, eran esos
cigarros sin filtro, tabaco negro. Con ese bigote que parecía más de
Dalí que del Zorro se empinaba los vasos de vodka y después fue al acecho, a perseguir perritos.
Nunca pensé que fuera tan difícil agarrar uno, esos perros
eran tan diestros como los motoristas, se sabían hacer los escurridizos.
Oscarin en su mejor intento se rompió el pantalón contra una lápida y se sentó adolorido. Los
perros no se detenían y la gente se iba haciendo borrosa.
Bebimos y
rendidos no veíamos ni con claridad a los vivos, es cuando supe que estaba en un
estado inconveniente, pero relajado y es que estar en Mixquic había valido
la pena, flores naranjas de cempaxúchitl, por todos lados,
veladoras, lapidas iluminadas, era una fiesta en pleno panteón, era una noche
para compartir con los muertos.
En la
ofrenda se ponían retratos, comida, cigarros, fruta, era tan espectacular y una linda
catrina me explicó que a los muertos se les pone en la lápida lo que en vida les gustaba,
pues aunque no lo puedan comer ni palpar absorbían las esencias, los olores, era
algo mágico.
Oscarin se
fue a una esquina y quedó tendido, las velas nublaban mi vista y quería volar,
ver desde arriba ese panteón, de colores mágicos y espectaculares. Había buscado
una gran fiesta y en la muerte también hay alegría, sonaban
aquellas enormes radios de pilas, pues aún no existían los dichosos iPods. Lejos de
pensar que la muerte era oscura esa noche la muerte tenia colores, sobre todo
el naranja, también tenía aromas, algo parecido al
incienso. Mis ojos se cerraron y la noche dio paso al día.
¡Ahh
verdad! Ahora lo recuerdo, abrí mis ojos y el gran nubarrón gris que me envolvía era niebla, por un momento
pensé que estaba muerto, pero estaba
vivo, bastó con sentarme y ver que la niebla me llegaba al cuello. De la noche
anterior nada quedaba, solo esos árboles de corteza fría y cuando
empecé a caminar encontré a mis amigos tirados en las esquilas, también sumergidos en la niebla.
Era el Drácula
de la desolación caminando entre rastrojos de difunto, la niebla me llegaba a
las rodillas y la capa me tapaba la camisa, no me explicaba cómo se había deslizado
de la espalda al pecho. Al espantapájaros no le quedaba encanto y podría espantar
hasta a los cuervos, El Zorro tenía los bigotes tiesos y de los otros dos mejor
no hablamos.
Oscar, excelente narración de los sucedido aquella noche. Te felicito y sigue escribiendo. Saludos y un fuerte abrazó.
ResponderEliminarSaludos Oscar �� Felicidades!!!!!!�� me encanta lo que escribes espero verte pronto ��
ResponderEliminarTu siempre con tus buenisimas historias amigo, felicidades!
ResponderEliminarExcelente, me gusto mucho
ResponderEliminarAmigo excelente narración, éxito y sigue disfrtando escribir.
ResponderEliminarTodo éso sucedió. ? Yo recuerdo muy bien esa fiesta. Me haz hecho vibrar. Felicidades por tú narración.
ResponderEliminarEstoy tomando un seminario sobre narrativas y he ido descubriendo la mágica y compleja labor que implica el contar una historia, se requiere talento para transportar al lector hasta el hecho, tener la capacidad de situarlo en el momento y evocar emociones, sensaciones, olores... Tú lo haces excelente, espero algún día desarrollar una narrativa así. ¡Saludos!
ResponderEliminarYo sé qué lo harás muy bien, lo importante es hacer sentir lo que sientes
EliminarEscribes historias muy padres pero fué verdad
ResponderEliminarEscribes historias muy interesantes pero fué verdad?
ResponderEliminarEscribes historias muy interesantes pero fué verdad?
EliminarClaro que es real esta historia, hay varios testigos, pues como hablar de sentimientos que no se han vivido
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