viernes, 21 de julio de 2017

OLY-OLY

La conocí de la manera más extraña, caminaba con mis tenis rojos y de pronto encontré su mirada, solo pequeñas pistas de Oly-Oly, no la podía descifrar bien, eran como colores delgados que se conectaban entre sí para perderse en un fondo negro, tan negro como cuando desconocemos toda una historia, tan profundo como cuando andamos a ciegas hablando con una encantadora extraña.

Confieso que fue una cita a ciegas, pero tuvo un segundo encuentro. Me presentó a su mejor amiga; o tal vez esa mejor amiga significaba algo más en su vida, era como su hermana; audaz y calculadora, Dorotea si no mal recuerdo, me analizó como si fuera un escáner y quiso descifrar mi misteriosa historia sin tener éxito.

Dorotea era fuerte, de carácter dominante, se jugaba un pulso con la vida; era dura, pero se intentaba mostrar amable, parecía que alguien invadía su territorio, pero aun así me dejó pasar.

Oly-Oly y yo hicimos click, pero un fantasma de mi pasado y de mi presente se interponía entre nosotros. En la tercera cita fui a ese bar en donde servían bebidas… ¿Cómo decirlo? más artesanales. Dorotea estaba en la barra y nos preparaba el elixir de la embriaguez mientras Oly-Oly  y yo bebimos hasta dejar que las dos oscuras historias se conectaran hasta lo más íntimo.

El bar olía a madera, era café como sus tablas cicatrizadas, parecía que el polvo se quedaba entre mis manos. Era un viaje al pasado, tal vez asemejado a una caballeriza, de paredes rancias, no puede tapar las tristezas de la gente que ahogan sus penas en alcohol, los espejos opacos son el reflejo de los años que eran buenos y no lo serán más.

Las baldosas del suelo resignadas a la suciedad se negaban a mostrar su color original; y se conformaban con el tatuaje amarillento de miles de pasos, pasos ignorantes, indolentes, ebrios trastabilleos; tenue a lo lejos, apenas podía distinguirse la gente que estaba bebiendo en las mesas, allí tan distantes de la barra.

 En ese fondo oscuro resaltaban las bebidas de colores, había una de canela que era roja, la de jalea era rosa, los tintes de mezcal de moras eran muy suaves con un resplandor morado; y el de 38 grados era totalmente transparente como ella. Eran pócimas que se mezclaban en mi razón despertando un mundo de colores.

Todas servidas en vaso de boca ancha, porque la degustación se hacía acompañar de su peculiar aroma, mientas mi olfato y corazón se perdían en los ojos de Oly-Oly, quien acababa de confesarme que el fantasma de colores (como ella lo llamaba) se había aparecido dos veces en su vida, la primera, sin saber que yo existía, la segunda con el conocimiento de quien era.

Oly-Oly desplomó sus parpados, cerró su mirada y pidió perdón desde lo más profundo de su corazón, le pidió bendiciones en una luz nítida que iluminaba su vida. Claro, a Dorotea, por quien sentía mucha gratitud y cariño. Aunque a veces no concordaban, evitaba juzgarla, pues cada quien da lo que tiene dentro, somos un reflejo de nuestros defectos y virtudes.

Recuerdo parte de lo que pasó, pero esa pequeña parte fue el todo; las cámaras nos sorprendieron junto con la madrugada. Éramos Oly-Oly y yo con el alma en paños menores. Dorotea llamó a Oly-Oly para decirle que en su bar habíamos hecho un tremendo escándalo, ese acto de entrega en las cámaras se veía tan brusco, éramos como dos animales devorándonos en el suelo de la entrada para terminar en el baño; esas baldosas olvidadas recuperaron su color por unos minutos.

Esos destellos de luz llegaban a mi mente, pero el video era claro, aunque tenue en su imagen. Dorotea se enfadó mucho y dijo que si sus jefes veían ella grotesca película le podían cerrar el bar, la podían despedir, nos describió como un par de degenerados fornicando en la calle y en el baño. Pero a pesar de su enfado nos ayudó.

Dijo montón de mentiras para poder tener acceso al cerebro de la máquina y borrar el video, según nos dijo lo logró.

¿Arrepentido? No lo sé, los sentimientos no pueden ser grabados por ningún lente conectado a cables.

Dorotea le presentó a Oly-Oly uno de mis fantasmas, y ella reaccionó con desconcierto, estaba tan arrepentida que parecía no quererme volver a ver, su voz ya no era suave ni cálida, era otra Oly-Oly.

Tiempo después encontré a Dorotea, nunca pensé que su mirada de justiciera me hiciera justicia, pero lo hizo, me vio mal y en malos pasos, con mis pecados a cuestas. Habló con Oly-Oly y le dijo – El día que un hombre te trate como yo, ese día seré feliz –

Oly-Oly había perdido su empleo y empezó a trabajar al servicio de Dorotea; después de un tiempo la vida nos volvió a reencontrar en un viejo teatro donde se presentaba un escritor, fue incomodo, tal vez bochornoso, Pero no por Oly-Oly, sino por Dorotea; quise saludarla y ella simplemente me ignoró, le hablaba y apenas me contestaba, yo no entendía nada.

Oly-Oly empezó a sentirse muy incómoda. El conferencista hablaba de lo que debíamos hacer para ser mejores y el público comenzó a dar sus respuestas, Dorotea no se quedó callada y dijo – Hay que ser más hombres –

Me levanté de la vieja butaca y salí, caminé a través del viento, rompiendo todos esos colores de la historia que me sumergían en el fondo negro, caminé por la noche a través de las ocurras calles para entender, pero no tenía nada que entender, era como estar en la corte, donde los condenados mentían.

Nuestra historia fue algo que creció como las llamas y se apagó como cuando el viento se convierte en brisa, me acosté mirando al cielo y recordé lo que pude, con menos detalle que las cámaras, pero con el corazón más resignado.

No quería ser uno más Oly-Oly, y me convertía en uno menos. Sonó el teléfono y era ella; la cálida y dulce voz de Oly-Oly me llamaba con ese apodo característico; estaba triste, lloraba y me dijo – Lo siento tanto, Dorotea se portó muy mal, tenía tantas ganas de abrazarte, de abrazarte tan fuerte y no soltarte más –

No le pude responder aunque sentía lo mismo. Oly-Oly estaba inquieta y me dijo – Tengo una profunda tristeza porque como sabes Dorotea me da trabajo, dependo de ella para muchas cosas, está enojada contigo, me dijo que no eres sincero, que solo querías aprovecharte de mí, que ella me quiere tanto y no lo soportará, no dejará que me hagas daño  –

El silencio me la arrebató – Lo sé, (LE DIJE) Dorotea está enamorada de ti –

Oly-Oly lo reconoció entre el asombro y la resignación, me dijo que a Dorotea le gustaban las mujeres y que no la podía dejar por el trabajo, que tenía que fingir, viviendo una historia que no tenía pies ni cabeza.

De pronto todo volvió al fondo oscuro cuando Dorotea abrió la puerta de la recamara de Oly-Oly para interrogarla y escuché como se desconectaban las líneas que me dejaban oír su voz.


Oly-Oly, ¿dónde estás? Después de todo lo vivido, tal vez en otra vida nuestros colores sean destellos de grados y matices idénticos, sin fantasmas ni jueces, para poder caminar por fin tomados de la mano y lanzarnos juntos a un camino sin rumbo.


sábado, 1 de julio de 2017

Bitter Caroline

Te levantas un día como un loco, tan loco como el fantasma del Backstage; no tienes nada que perder, ¿o sí? Te embarcas en un viaje hacia los Estados Unidos para encontrarte con un personaje desconocido que marcó tu vida desde la infancia y dices – ¡Lo voy a conocer! No sé cómo, pero lo voy a conocer

¡Qué locura! ¡Qué descabellado! El largo viaje me llevaría a la Ciudad de Lago Salado en el corazón del territorio americano; allí daría un concierto el señor Neil Diamond.

Y… ¿A quién le importa Neil Diamond? Los jóvenes de mi país no le conocen, y los casi veteranos ya lo han olvidado en los países de habla hispana, si no todos, una gran mayoría. Mi padre desde que yo era muy niño siempre ponía esas canciones, “September Morn” “Sweet Caroline” “I am I said, y no seguiré mencionándolas todas, aunque la mía era “I´ll come runningo Lonfelow Serenade

En la casa teníamos una gran consola y esos discos enormes de acetatos que eran más grandes que mi cuerpo; Nicola Di Bari, Antonio Molina, Juan Pardo, que sé yo, nombres que no le pasan a muchos por la cabeza y entre esos grandes discos estaba el de Neil Diamond. Yo con 11 años decidí decirle adiós a Parchís y empecé a poner esa música una y otra vez, y esa voz forjó mi camino.

Fue una de las mejores herencias de mi padre, con el tiempo fue descubriendo más de Neil y puedo decir que está muy cerca de Bob Dylan o de Elton John, es una leyenda en su país y su música sigue siendo el soudtrack de películas como Shreck I am a believer

Abril de 2017, vuelo de Delta Airlines, un huracán me haría tener un viaje turbulento, no parecía ir bien la cosa, pero al fin aterricé en la Ciudad del Templo Mormón; allí donde la seguridad no era tan paranoica como en el resto del país, esa ciudad pacífica donde nunca pasaba nada, hasta que un español puso el pie en el aeropuerto.

Pero no me había dado cuenta de mi torpeza durante el vuelo, subí con una pasta de dientes en la rejilla que mi bolso traía afuera y por los golpeteos de otras maletas la pasta de dientes se abrió y manchó todo el compartimento, al darme cuenta, saqué mi pequeña maleta y salí del avión para evitar reclamos. Mi chamarra iba toda llena de pasta. Lo que era un tuvo gordo y casi nuevo se convirtió en unas molestas plastas que se adherían por todos lados.

Llegué a casa de mis amigos oliendo a frescura dental; me recibieron Yahir Delgadillo y su esposa Cindy, siempre es una alegría verles a ellos y a sus dos pequeños, Santi y Cristian. Parecía que el tiempo no pasaba, pero los niños crecían, cada vez que les visitaba estaban más grandes, y yo, yo también.

Disfruté al máximo con mis amigos, pero el viaje fue muy extraño, pues todos estaban ocupados, todos menos Jonathan Delgadillo, mi brother, con quien comencé esta aventura, sin duda alguien como yo, otro loco y descabellado.

De este viaje hay mucho que decir, pero, el fantasma del backtage iría en busca de Neil Diamond. Jonathan me acompañó ese sábado. Después de la noche nevada del viernes el apareció en la casa de Yayo y nos fuimos a desayunar.

Jonathan no entendía cuál era el propósito, él había pedio unos días para estar conmigo y me acompañaría hasta el final, tal vez no se imaginaba quien era Neil Diamond para mí.

Después del desayuno no sabíamos a dónde ir a buscarlo, era estúpida la probabilidad que jugaba en nuestra contra, el solo hecho de verle, de cruzarnos con él, pero algo en mi corazón me hacía sentir que en unas horas le conocería.

El llegaría el sábado, el concierto era el domingo, después de estar en el lobby de un lujoso hotel un par de horas nos fuimos a otro hotel.

Yo creo que no llegará a este hotel – le dije

El mejor hotel en Lago Salado es el Grand America, podemos ir allí –

La ciudad era tan pacifica como perdediza, llegó el desánimo a mi y Jonathan me dijo Gordo y si vamos al aeropuerto

No lo pensé dos veces y le dije – Sí, es a lo único que le veo futuro

Su idea fue la mejor, llegamos al aeropuerto a preguntar por todos los vuelos que venían de California y nada, eran ya casi las tres de la tarde y después de recorrer una y otra vez las terminales aéreas alguien de información me preguntó – ¿A quién busca?

Es un músico, importante

Tal vez llegue en vuelo privado

– ¿Hay otro aeropuerto?

Propiamente no, pero a dos millas quedan unas pistas de dos compañías privadas

No lo pensé s y le dije Gordo, ¿podemos ir?

Jonathan me siguió la corriente en esta locura que no llevaba a ningún lado, una locura en la que a cada minuto las posibilidades de ver al Jazz Singer se reducían.

Llegamos a esas ocultas pistas y no había movimiento, solo un cielo nublado que lo cubría todo y pregunté en la primera compañía privada, pero la respuesta fue desalentadora, no tenían operaciones ese día, entonces fuimos a la segunda, la última opción.

Eran ya las tres y media de la tarde; la señorita del mostrador me dijo que aterrizaba solo un vuelo a las cuatro de la tarde, que venía de Fresno, California. Todo se iluminó de la nada, ya no había duda, parecía un milagro.

Es ese, es ese, Gordo, no puede haber otro, coincide todo

Nos sentamos en la sala de espera justo a tiempo; cada segundo era una puñalada, las manos empezaban a sudarme mientras el gordo me decía que me relajara. Me dio tiempo de hacerle una dedicatoria a Neil en el libro, ahora estaba convencido de que lo vería. Las nubes borrascosas como mis probabilidades pasadas, se abririan y lo pondrían frente a mi.

Estábamos en la sala, una sala más pequeña que la de mi casa, con un gran ventanal y el mostrador, una puerta de cristal nos separaba del avión que estaba a punto de aterrizar. De pronto llegó un hombre trajeado en una camioneta de la que no puedo dar detalles y entabló conversación con la del mostrador.

Lo que pude escuchar fue poco, que venía por un pasajero que llegaba en el vuelo privado, y quien justamente se iba a hospedar en el Grand America hotel. Cada vez tenía menos dudas y mas nervios, pero cuando el pequeño avión aterrizó me quedé sin fuerzas.

Le dije a Jonathan al ver salir al chofer Neil no va a entrar en la salita, de su avión se va a subir directamente a la camioneta

Pero gordo, esa es zona federal, no podemos pasar allí –

Es hoy o nunca

Me levanté y el gordo me siguió, le di mi teléfono móvil y le dije Toma fotos de cuando me reciba el libro

Vi bajarse del avión a la esposa de Neil tras el cristal y me acerqué a esa puerta automática que no se abrió; miré a la señorita y le dije – ¿Qué pasa? –

Perdón, es que me tienen que autorizar

En mi mente me quedé con la idea de siempre, solo lo vería pasar, y cada segundo es vital, de pronto se abrió la puerta – Pasen –

Sonreí y le dije a Jonathan Ya ves, Neil es un tipazo

Con toda la confianza nos acercamos a la puerta del pequeño avión y vi sus pies, sus delgadas piernas como pajillas y le grité emocionado – Mr. Neil –

El bajó desconcertado del avión y me miró, sin importarle mucho siguió caminando y le volví a gritar Mr. Neil, le traigo este libro, vengo desde España solo para verle

El señor apenas se detuvo para gritarme No

Vi su cara, no puedo olvidarla, fue un gesto horrible. Pero por mi mente pasaba otra película, habíamos llegado hasta allí, éramos Jonathan y yo, respetuosamente y todo se torcía justo en el mejor momento. Le seguí hablando, pero el ya no me miraba, yo sabía que me escuchaba, le hablé en voz alta y en su lengua, pero no le importó, ni mis esfuerzos, ni nada que viniera de mi, se subió a la camioneta y se fue.

Bajaron los guaruras que no entendían nada, nos trataron bien, tal vez les dimos lástima. Nos fuimos después de la euforia y la del mostrador estaba en shock, nadie nos decía nada, los pocos que habían presenciado el momento estaban incrédulos. Salimos por el largo pasillo y el gordo me contaba que un guarura lo agarró y que le quiso arrebatar el teléfono, pero él me sorprendió; mi amigo no lo permitió y tomó fotos.

 Al momento de que me lo devolvió el teléfono vi las capturas de pantalla y le dije Es increíble lo que has hecho, esta foto es genial, gracias gordo, gracias por todo, por estar hasta el final

Justo antes de llegar a la puerta escuchamos un grito – ¡Hey! Vengan aquí –

Miré al gordo y me dijo Es mejor no resistirnos

Caminamos hacia ese señor, tal vez policía, que sé yo, todo parecía apuntar a que nos habíamos quedado sin Neil Diamond, pero con un gran lio. El tipo nos miró y preguntó – ¿Quiénes son? ¿Por qué dijeron que eran familiares del señor? –

No, le juro que yo no dije que era nada del señor Diamond, nadie me preguntó nada

– ¿Cómo llegaron aqui? ¿Cómo supieron el vuelo? –

Se perdió mi mirada, la del chico distraido y es que la verdad no sabía que responderle, si le decía que se abrieron las puertas del cielo, o que algo superior me dio las pistas y el camino seguro que se reiria de mi como todos vosotros.

Se presentó como Grady, el piloto de Neil, le conté toda la historia y al final le enseñé el libro y la dedicatoria para el señor; dedicatoria que leyó con atención. El piloto sintió tristeza, era como si quisiera abrazarme, pero a la vez quería regañarme, se disculpó – Lo siento chicos, pero por suerte estamos en Utha, en Nueva York o en Los Ángeles tal vez estarían en la cárcel

Lo sé Grady, pero, no sé, no sé cómo pudimos llegar aquí, se nos abrieron todas las puertas menos la última

Grady me creía, sentía la historia y me dijo – Es dificil llegar a las leyendas –

Su tristeza se junto con la mía y así de la nada se ofreció a darme su teléfono Te prometo que si puedo hacer algo lo haré –

– ¿Te refieres a ver al Neil? –

– Lo intentaré, lo prometo –

En el shock no se me ocurrió dejarle el libro y me fui con el gordo hasta su coche, tenía la esperanza de verlo, aunque ya lo había visto, estaba confundido, tal vez decepcionado.

Pensarás que estoy loco

No gordo, ya olvídate de ese viejo que nadie recuerda y vamos a pasarla bien

– Tienes razón –

Fue un gran sábado, y el domingo también lo pasé con Jonathan, esperaba en silencio la llamada de Grady, pero como era de esperarse Neil no me quería ver, supe casi 24 horas después por un mensaje de Grady que el señor Diamond seguía alterado por lo ocurrido la tarde anterior. Miré al gordo y le dije – ¿Vamos al concierto? –

– ¿Aun lo quieres ver?

Gordo esta es la última vez

Llegamos tarde y el concierto ya había comenzado, estuvimos en la taquilla y no nos querían atender, se acercó una señora mayor, de las que vendían los tickets y nos dijo Aquí están sus boletos

El gordo y yo nos quedamos pasmados y dijimos Gracias

Entramos sin problemas, todo era tan raro, ¿Qué tal si se habían equivocado y nos metíamos en otro lio?, para que pensarlo más. Entramos y nos guiaron hasta nuestros asientos, la arena estaba repleta y solo había dos lugares muy bien posicionados, como si fueran un regalo, se volvían a abrir otra vez todas las puertas del cielo para llegar y verlo de cerca, solo de cerca. En el escenario el amable señor cantaba “September Morn” y el gordo con carcajadas me dijo Pictures no more


Todo terminó en risas tan cerca y tan lejos.



Stay for just a While
Stay and let me look at you
It´s been so long, i hardly knew you