Otra vez yo, o tal vez no soy yo, no sé quién he sido todos
estos años, seguramente el protagonista sin rostro de muchas bizarras
historias. Jamás pensé que esto me pasaría a mí, sí, a lo que según creo ser,
bueno, sin más confusión empezaré.
Yo era alegre, privilegiado, que puedo decir, mi vida estaba
llena de luz, pero un día llegó la oscuridad total, algo me atormentaba y no
sabía que era lo que estaba pasándome, de tener una vida feliz empecé a
enfermar, poco a poco me iba derrumbando, me había convertido en otra persona,
en un ser apagado.
Pasaban los días y empezaba a adelgazar, miraba en el espejo
esas profundas ojeras y entró en mí una tristeza y desesperación que llegaron
para quedarse. Como una nube negra me seguía a todos lados y después se desató
la tormenta. Una sensación de angustia presionaba mi pecho, sentía el corazón
comprimido, mis pulmones no se podían llenar de aire y me derrumbaba sin saber
porque.
Me volví un adicto a las noticias, a los periódicos, leía lo
mal que estaba el mundo, homicidios, atentados, guerra, extorsión, esos
gobernantes sin escrúpulos, el hambre, la gente millonaria que nunca se ve
saciada y llegó a pasar por mi mente que ya no tenía sentido vivir.
Sentía que venía de otro planeta, mi preocupación por la
desgracia humana a muchos les causa risa, soy ese tipo ridículo que se encierra
en una habitación y se mete entre sus sabanas para tolerar la depresión.
Se me veía mal, la angustia me atormentaba cada día más y
después de ver el ejemplo de varios viejos amigos yo también pensé en el
suicidio; lo mejor sería seguir su camino, salir de este cuerpo y ser libre. Ya
no correría más peligros.
¿Y qué tal si todos hiciéramos lo mismo? Ya no habría
masacres, ni tristeza, ni peligros, estaría aquí arriba observándolos, tal vez
me lamentaría de verles luchando por causas sin sentido destruyendo el planeta
y los olvidaría, me iría a un lugar lejano, donde todas las clases de historia
que me enseñaron en el colegio, las borraría, pues eso queda de la humanidad,
solo la desolación escrita en unos cuantos libros que mienten.
La angustia corroía mis entrañas, entonces y por casualidad
una persona muy cercana a mí me dijo – Ya no puedes seguir viviendo así, has
probado la medicina y otras cosas, pero esa angustia te está matando, te vas a
enfermar de gravedad –
No le di mucha importancia y recalcó – Tienes una cita con
Nidia –
– ¿Y quién es Nidia? – pregunté asombrado
– Ella me curó a mí, yo tenía un ente alojado en mi cuerpo,
una posesión; expulsó a esa energía maligna –
Me quedé pasmado y le pregunté – Pero… ¿Eso puede pasar? –
– Si, yo oí voces, lo escuché cuando salió de mí, pero ahora
siento una tranquilidad muy grande, deberías dejarte ayudar –
La conversación no trascendió más e inexplicablemente
semanas después me encontraba tocando la puerta de Nidia, quien me recibió
amablemente a pesar de mi tardanza.
Me invitó a pasar y tomé asiento – Que bien que viniste –
dijo y tomando su péndulo me hizo un diagnóstico.
Me llamó por mi nombre y me dijo – Tu planeta gira al revés,
todos tus chacras están desalineados, estas enfermo, y como lo has pensado, no
eres tú, es un espíritu que manipula tus emociones, un ente que se aprovecha de
ti para desgastarte, te está acabando poco a poco –
Tenía razón la mujer y solo atiné a preguntar – Pero… ¿Por
qué? ¿Por qué esos entes están en los cuerpos de la gente? No tiene sentido –
– Ellos quieren vivir experiencias humanas y te utilizan,
como esos coches de carreras, hasta llevarlos al límite, al suicidio, mucha
gente no cree, pero esto es muy serio –
– ¿Quién me hizo daño? ¿Por qué a mí? –
– Malas mujeres, veo intereses, relaciones rotas, envidias, veo
dos presencias ajenas en ti, hay santería y otros trabajos, enterraron tu
plasma en algún cementerio, te dieron algo de comer, tenemos que expulsar a
esos entes –
Lo que Nidia me decía me erizaba la piel, podía ser verdad,
pero decidí calmarme, su diagnóstico era desgarrador.
Ella me dijo – Vuelve en un mes, si quieres curarte –
En el momento de despedirme y cruzar la puerta Nidia me
lanzó una advertencia – Ten mucho cuidado, ese ente es muy agresivo, hará todo
lo que este en sus manos para que no volvamos a vernos, eres vulnerable a
accidentes, cuídate mucho, no utilices el teléfono en la calle y pon atención
en cada movimiento –
Salí de allí recordando la delgada figura de Nidia, su
entereza, una mujer joven y muy segura de lo que me decía, pero empecé a
olvidar, cada calle me hacía mirara mis pasos y perderme hasta que de pronto
salió a mi encuentro un hombre riendo a carcajadas, era un callejón y el
anciano de barba larga, dientes partidos y extrema gordura me quiso abrazar,
pero me le escabullí aterrado.
Sus carcajadas eran como de aquel que nos es de este mundo y
no paraba de reír, como si me reconociera, como si reconociera algo en mí, me
volvía a pedir un abrazo, pero su voz de cloaca marchitaba mi olfato en la
distancia.
Salí de allí y caminé presuroso, pensé que de un viejo loco
se trataba cuando me quise engañar a mí mismo.
Llegué lejos, a otro extremo de aquella ciudad y con una
hora de diferencia me ocurrió algo que me entrecortó el cuerpo. Pasaba por un
lugar donde había una cantidad considerable de indigentes y uno de ellos que
estaba acostado torció su cabeza y con los ojos en blanco, que parecían tener
las pupilas decoloradas me dijo – ¿Cómo va todo? –
En el mendigo reconocí la risa del anciano, esa dentadura
marchita y podrida se volvía a encontrar conmigo o con algo que había en mí, después de hablarme
se perdió en el limbo con esos ojos blancos sin dejar de mostrar esa sonrisa
permanente y yo apuré mi paso. Una vez era casualidad, pero dos.
Tal vez os cueste trabajo creerlo, a mí también me cuesta,
pero sucedió y de pronto una desesperación me invadió, era tan grande que podía
llevarme a la misma muerte. No podía más, prefería morir a vivir así; ese
espíritu maligno se sabía descubierto y su arma más grande era llevarme a la
angustia y pensé en el suicidio.
Por lo regular Nidia no contesta llamadas según me dijo quién
me recomendó con ella, pero la llamé y sin dejarme esperando más de dos tonos
respondió – Dime –
– Ya no puedo más, esto va acabar conmigo, no llego a fin de
mes, no estaré en la próxima cita, no creo poder curarme –
– Yo solo adelanto a un paciente si corre peligro mortal o
está en una grave situación, y tu caso es urgente, aguanta tres días, ven el
sábado –
– Pero… ¿Llegaré? –
– Esa energía te va a llevar al límite, hará todo para que
no vuelvas, solo procura resistir, haz una barrida de incienso 7 veces, eso
aleja las malas presencias y las neutraliza –
Tomé el incienso que Nidia me había dejado y seguí los pasos
poniendo el teléfono en altavoz; me tenía que barrer 7 veces de cabeza a pies y
después el corazón en dirección contraria al movimiento de las manecillas del
reloj. Lo hice como pude y entonteces la barra sacó chispas como si fuera un
efecto de repulsión. No abandoné mi fe y al fin pude relajarme, pero vivía con
la sensación de no sentirme cómodo en mi propio cuerpo.
Los siguientes días no pude ni salir, además no era
recomendable, mi vista se clavaba en una pared blanca con la ceguera de la
cortina que cubría la ventana, trataba de hacer contacto conmigo, pero no
podía, estaba desequilibrado, mis chakras giraban al revés, como el planeta
Venus, en sentido contrario a todos los demás, mi cuerpo y mi espíritu estaban
inconexos, literalmente estaba fuera de mí.
Llegó el día esperado, abrí la ventana y por fin la luz
entró invadiendo la habitación, pero yo me sentía oscuro. Caminé esas calles
con toda la precaución y preferí tomar transportes seguros, hasta llegar junto
a Nidia.
Allí estaba la delgada mujer, quien con una sonrisa discreta
me recibía – Estás en mis manos – dijo – Y te vas a curar; tengo un pacto con los
ángeles y si alguien va a morir le pido que no dé conmigo –
Eso podía se alentador, aunque lo que estaba por venir era
mi cirugía astral, el momento de expulsar a esos entes.
Cerré mis ojos encomendándome a los ángeles y sostuve una
medalla con las dos manos mientras Nidia repetía rezos y oraciones, invocaba a
todas las entidades para pedir permiso de mi sanación.
En lo particular yo tenía miedo cuando llegara el turno de
la Santa Muerte, pues cuando toco su turno bajó la temperatura y sentí un frio
polar; su respuesta se hizo esperar mientras mis manos sudaban, pero con un
pinchazo agudo en mi hombro me dejó, al parecer aun no era mi turno.
La temperatura regresó a la normalidad mientras las otras
entidades una a una se hacían presentes. Yo desconocía muchos nombres como Palo
Mayombe y otros más; pero esa mañana se abrieron las puertas de otras
dimensiones y nada personal. Todos permitieron mi sanación.
Entonces el ente abandonaría mi cuerpo, resistí con fuera y
un quejido ahogado se dejó escuchar, era como el zumbido de una gran mosca,
entonces en mis dientes se hizo presente una tierra pastosa y la empecé a
escupir con discreción.
Tal vez era aquella tierra del panteón, o algo que había
comido en aquella maldición, algo que mi victimario me había preparado, para
condenar mi alma al suplicio. Se fue el zumbido ahogándose en la lejanía, Nidia
decía que fue amenazada, que intentaron separar sus manos, pero esa energía del
bajo astral se marchó y fue como renacer.
Hola, yo he ido con nidia y es verdaderamente extraordinaria.
ResponderEliminarAlgo que si es importante mencionar es que ella es parapsicologa y esta en totalmente metida en cuestiones de manejo de energía, ha estudiado sobre todo tipo de energías, dice ella para saber a lo que se enfrenta.
Es una profesional en esto del manejo correcto de las malas energías que nos aquejan.
Es una profesional que te explica, te vuelve a explicar y te da mucha confianza por sus conocimientos y su constante preparación.
Y además es una extraordinaria persona, muy amable y se percibe que sinceramente se preocupa por cada caso que toma.
En verdad que es solo cuando ves todo lo que hace nidia puedes comprender y creer lo que pasa.
Felicidades, caíste en muy buenas manos.
muchas gracias
ResponderEliminarmuchas gracias
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