Estaba a punto de cometer el fraude del
año; en esa prestigiosa escuela llena de bandidos los días subsecuentes no
mejoraban mi situación, por el contrario, todo vino a peor, y ese señor Murphy
con sus leyes me dio un guantazo.
Ni yo mismo conocía los alcances de en
lo que estaba a punto de convertirme, era un despistado, tal vez no medía las
consecuencias, parecía inocente y no creí destacar de esta manera, a veces
volaba tan alto que cuando quería aterrizar nunca encontraba un lugar.
Había sido una mañana desafortunada, el
peor error era pasar por el lugar equivocado a la hora equivocada y así lo
hice, la pandilla de abusivos gandules estaba allí en el patio, todos sentados
en el suelo como borrachos, riendo a carcajadas, entonces pasé muy cerca de
ellos y me pusieron el pie para que tropezara. Y no solo tropecé, me fui de
boca y me raspé las manos.
Escuché las carcajadas y en el suelo me
enfurecí – ¿Por qué me pones el pie? ¿Lo hiciste porque me follé a tu madre? –
Todos se quedaron en silencio, y es que
a esos cinco jamás nadie los había retado, ahora me comería mis palabras, se
levantó “El Negro” así le decían por su moreno tan oscuro y me sentenció – Aquí
no se dice follar Gallego de mierda, se dice coger –
– ¿Entonces no le gustó como la cogí? –
La había vuelto a cagar, y monumental;
empezaron las burlas al Negro, entre carcajadas y sonidos como si de serpientes
se trataran, El Negro se encendió y me quiso golpear, pero nunca esperó mi
reacción cuando le estrellé mi portafolio en la cabeza. Todas fueron reacciones
en combo, una tras otra, sin pensar y me habían salido muy bien.
Macías, un alto, de pelo rubio me
levantó en aire y me dijo – Ya deja de ensañarte con El Negro, no ves que es de
la banda pesada, pero tú imprudencia la vas a pagar españolito pendejo, te
vamos a llevar a dar una vuelta por la escuela –
Me llevaron los cinco, todos eran
altos, menos El Negro; quien me quitó los zapatos dejándome descalzo para que
el Jamelgo me pisara todo el recorrido, Macías y Rosales me iban metiendo puñetazos
en el estómago al tiempo de caminar.
El Negro lanzó mis zapatos por los
aires y fueron a parar al techo de la tienda de uniformes y Macías le dijo – No
te pases de pendejo, ahora cómo va a caminar todo el día – Y se empezaron a reír.
El último elemento, que tenía cara de paella les dijo – Hay que soltarlo –
– Sí – exclamó Macías y me tiraron de
cabeza en uno de los enormes tambos de basura.
El aterrizaje fue asqueroso; unas
patatas con salsa, pizza y pasteles de chocolate con relleno cremosito se
embarraban en mi cara, me desesperé para salir ya que el tambo no me dejaba
incorporarme, entonces me balanceé para tirar el bote y así escapar envuelto en
basura, mis pestañas tenían merengue y les grité a los malditos gandules que ya
iban encaminados – Hijos de mil putas –
Macías se giró de golpe y sacó volando
de una patada una mochila que estaba en el patio, me volvió a levantar del
suelo y me sacudió los papeles – Eres hombre muerto Gallego, había escuchado de
ti, pero nunca imaginé que fueras tan estúpido, a nosotros nadie nos reta – Y
me lanzó contra una pared estrellando mi adolorido cuerpo.
El Jamelgo me miró con lastima y le
dijo a Macías – Déjalo, mira cómo está, mejor impongámosle un reto imposible de
cumplir, y si no lo cumple a la salida nos lo llevamos y le rompemos las
costillas –
Escuché el plan y me parecía una
aberración, aberrante como ellos; Macías reía y dijo – Está bien pinche
Jameguito, y… ¿Qué se te ocurre? –
– Pues que se robe un examen, y si nos engaña
le destrozamos la cara a puntapiés –
– ¿Escuchaste Gallego? La otra semana
son los parciales de primer periodo, quiero uno de los exámenes de las materias
más difíciles, solo uno, y tienes hasta hoy a las tres de la tarde; si lo
consigues te doy inmunidad, y sino, prepárate para lo peor –
Se fueron, y esta vez no se me ocurrió gritarles
nada, ni una sola palabra, qué idiota, me hubiera quedado callado desde el
principio, ahora sí que estaba en líos, tenía que robar un examen.
Recordé a Víctor Lustig, quien había
vendido dos veces la Torre Eiffel como chatarra a los multimillonarios franceses,
el autor de la estafa maestra fue descubierto porque Poisson reclamó la
pertenencia de la torre al gobierno galo, pero yo no tenía ese ingenio, ni era
un estafador, no sabía robar.
Mi cabeza estaba en juego, y si me
habían pedido el examen era porque las pruebas ya estaban elaboradas; podía
buscar en los escritorios, en las pertenencias de los profesores o debajo de las
piedras, mientras el reloj corría en mi contra.
Empezó el ajetreado día, el profesor de
matemáticas era muy hábil, no había manera de hurgar en sus cosas, la de
geografía no dejaba que nadie se le acercara y la de español era tan linda que
no le podía hacer nada, tan buena; buena de bondad, entonces seguían pasando
las horas hasta que llegó la clase de biología, eso era un total caos y él
estaba revisando tareas; pude ver su portafolio en sus pies, mientras todos
estaban apiñados en el escritorio, quise alcanzarlo con mi mano, pero un compañero
que es idiota se me atravesó, le apodaban Alf, por su parecido con el
extraterrestre de la serie. El me detuvo, bromeando, no sabía lo que estaba a
punto de hacer, entonces lo empujé, se levantó y me atestó un puñetazo, se lo
devolví con rapidez y el a mi hasta que intercambiamos más de cinco golpes;
para mí fortuna al idiota le empezó a salir sangre de la nariz y salió corriendo
al baño.
Entre tanto bullicio y jaleo nadie se
había dado cuenta de que ese idiota se había interpuesto en mi camino, y sin
sentir dolor, solo hormigueos en mi cara alcancé el portafolio y lo vi, estaba
yo agachado y para mala suerte el maletín tenía combinación de tres dígitos que
podían sumar al menos mil combinaciones diferentes, el tiempo se agotaba, era
como un buzo sin oxígeno, el sudor que empapaba mis manos hacía que se
resbalaran mis dedos con torpeza, y empecé de rodillas, 000, 001, 002, 003,
004, 005, 006, 007, bingo, fick, se escuchó el primer botón, frack el segundo y
se abrió en el 007, mi querido James Bond me había ahorrado infinidad de
combinaciones más y minutos letales. Lo abrí y revisé tan rápido como pude los
papeles hasta que la palabra “Examen” me cegó y saqué esa hoja con rapidez
arrugándola y escondiéndola en mis bolsillos, cerré el portafolio y de una patada
lo lancé de vuelta hasta los pies del profesor.
– ¡Cálmense! – Gritó él – No pateen mis
cosas –
“Vaya pendejazo”, pensé rascándome la
cabeza, y una sonrisa nerviosa me convenció de que nadie se había dado cuenta,
entonces sonreí triunfal sudando frío, esas gotas que caían sobre mi cara sabían
a gloria.
Salí del aula con el crimen consumado y
me quedé esperando a que llegaran esos mafiosos, fui al lugar indicado y me
quedé mirando el patio desde el balcón de arriba. No tardaron mucho, pues
llegaron más que puntuales, entonces se pronunció Macías – Solo un idiota
llegaría a la cita sin el examen –
Le extendí mi mano sacando el arrugado
papel de mi bolsillo, y Macías lo miró con detenimiento – ¿Cómo lo conseguiste?
–
– La operación Frick-Frack ha sido un
éxito –
– ¿Estás demente Gallego? –
– Es el sonido que hacen las palancas
de la cerradura del portafolio del profesor de biología al abrir –
– ¿Me estás diciendo que fue una
operación de inteligencia? –
– De inteligencia y desesperación –
– ¿Y nadie te vio? –
– No –
– ¿Estás seguro? –
– Sí, completamente –
– Si nos engañas te parto en dos –
– Ponlo a prueba, cumplí mi parte –
Me miró sorprendido – Muy bien Galleguito,
esto parece real, el examen es parecido al del año pasado, creo que te subestimé;
Negro, pídele perdón –
El Negro me mentó la madre y yo solo lo
miré como quien mira a un pobre diablo, Macías me puso una mano en el hombro y
me dijo – Te daré un mes de inmunidad, pareces legal, pero tienes la cara muy
roja, no me digas que te madreaste al maestro de biología –
Todos empezaron a reír y el Jamelgo
dijo – Cumplió su parte, no cualquiera roba un examen y menos en un día –
– Tienes razón – Contestó Macías y mirándome
dijo – ¿Alguien se interpuso en tu camino? –
Por un momento lo dudé, pero lo dije – Sí,
el Alf –
– ¿Y quién es ese idiota? Jamás había
escuchado hablar de él –
– No tiene importancia –
– Dime quién es – Gritó Macías enérgicamente.
– No tarda en salir, está en el baño
desde hace un rato, le partí la nariz –
– ¿Tu? –
– Bueno, yo y la desesperación, ese
tipo le ha roto la cara a varios –
Macías se reía con la última respuesta
y me dijo – Y la libraste Galleguito, escucha bien, humillar es increíble,
vamos a ir afuera del baño, nosotros nos escondemos y cuando salga El Alf lo
vas a insultar, como si fueras invencible, y cuando él esté listo nosotros
hacemos el resto.
– No es necesario –
– Basta, por culpa de él casi no lo
logras, además es una orden, quiero verte furioso, miéntale su madre –
Sin tener opción fui hasta el baño, después
de un rato Alf se asomó cauteloso al mirarme y sin entender mi reacción me dijo
– ¿Por qué me pegaste? Me las vas a pagar Gallego –
– ¿Estabas llorando en el baño? –
– ¡Cállate imbécil! –
– Con esa pinta de subnormal que tienes,
parece que te engendró una extraterrestre hija de mil putas –
– ¿Qué me dijiste? –
– Que eres un subnormal y que tienes
cara de extraterrestre, cuando llegaste pensé que te iba a explotar la cabeza –
– Te voy a partir el culo a patadas –
Un Alf enfurecido se me fue encima,
pero antes de que me tocara un solo cabello Macías lo levantó por los aires y
dijo – Vaya estúpido, este se acuerda hoy de ti –
Alf estaba aterrado y gritaba – Por
favor Galleguito, diles que no me hagan nada, por favor –
Desde la escalera miré la suerte del
pobre Alf, después de unas patadas lo arrastraron por todo el patio, para
terminar en el bote de la basura de cabeza y sus zapatos fueron a parar en el
tejado de la dulcería. Vaya, un mal día lo podía tener cualquiera, lo peor era
estar en el lugar y en la hora equivocada.
Pasó la semana y llegaron los exámenes
y después la primera entrega de calificaciones, las primeras que recibiría en
la secundaria, entonces entró en el aula nuestro coordinador, El Camarón, quien
fue bautizado con ese apodo por su aspecto rojizo, esos coloretes en la cara,
tan buena gente, siempre sonriente y amable, con esa barriga prominente que le
dejaba apoyar la tabla de reportes con la inclinación exacta.
Nuestro coordinador, “El señor Camarón”
interrumpió la clase de geografía, nos entregaría las calificaciones; ahí estaba
yo, sentado en mi sitio, inocente, como un pequeño cordero que será degollado y
no tiene ni idea de lo que le espera.
Sin preámbulos de ninguna naturaleza y
con la sonrisa que le caracterizaba el coordinador se dirigió a nosotros, el
silencio era ensordecedor hasta que de pronto se escuchó un pedo, era de esos
pedos que parecían haber roto un pantalón y a nadie excepto a mí me dio la
risa, provocando que me diera un fuerte hipo.
Las caras de todos, incluyendo a la
profesora eran con los ojos saltones, al Camarón se le fue la sonrisa y dijo – Es
una pena que no puedan controlar sus esfínteres y usted Fernández no tenía por
qué eructar con ese descaro –
– Profesor, yo no eructé, fue hipo –
– Ya no me explique más y el que se echó
esa flatulencia debería estar avergonzado –
Nunca se descubrió al culpable y varios
empezaron a reír, entonces la maestra de geografía intervino tratando de
callarnos, pero El Camarón con una frase letal sentenció – Voy a hacer entrega
de las calificaciones, seguro estoy de que a muchos de ustedes se les borrará la
sonrisa, se los digo de verdad, este grupo me preocupa, estamos empezando el
ciclo y hay muchos reportes de esta clase, incluso el examen de biología fue
robado, eso no se los puedo consentir, el examen de esa asignatura quedará anulado
y deberán repetirlo –
El silencio precedió a la sentencia, así
como la calma a la tormenta y El Coordinador dijo – Voy a empezar por aquellos
alumnos que no suspendieron ninguna asignatura y enlistó a los compañeros que
habían aprobado todo; uno a uno ellos fueron pasando al frente y con su boleta
en mano recibían una calurosa felicitación, sonriendo triunfantes volvían a su
lugar.
Luego de la última felicitación, El
Coordinador suspiró profundo y comenzó a llamar a quienes habían suspendido una
asignatura, entregaba el dichoso papel y pedía a cada uno de quienes los iban
recibiendo que fueran más cautelosos con sus estudios. Cuando las boletas con
una asignatura suspendida se terminaron llegaron las que tenían dos materias
sin aprobar, luego las de tres y así en forma ascendente.
Hasta que el conteo fatal se detuvo en
el quino sitio con una recomendación – Los que han suspendido cinco, alerta,
mal principio, espero su pronta recuperación – la cuenta siguió con seis,
siete, y ocho materias reprobadas, hasta que de nuevo la lista se detuvo, ahora
con una advertencia – Son sólo doce asignaturas, los que reprobaron de nueve en
adelante, están en la cuerda floja – y sarcásticamente sonrió, “sólo doce” a nadie
nunca se le ocurrió que eran una multitud de materias, en este punto quiero
aclarar que yo esperaba mi nombre desde el número 3, así que para este momento
estaba bañado en sudor.
El Coordinador llamó uno a uno a los a
conocidos rebeldes de la clase, pero ni siquiera entre ellos estaba yo; me
consolaba pensado que quizá había olvidado mi boleta en su oficina, o el algún
pliegue de su barriga, pero bastaba ya de bromas, la espera me estaba matando y
ahí debía haber una explicación para el bochorno del que estaba siendo objeto.
Cuando se escucharon los nombres de
quienes habían suspendido diez asignaturas se hizo un silencio en el aula, pues
el honorable “Camarón” llevaba en su mano una última boleta, la vio y masculló algo
que nadie alcanzó a oír, respiró profundo y entonó mi nombre –Fernández Vázquez,
Óscar – tragué saliva al escucharlo, me levanté lentamente y caminé hacia él,
sentía las miradas de mis compañeros clavarse en mi, como las espadas que un
mago inserta en el cofre donde antes ha metido a su hermosa asistente.
Para la peor de las fortunas, “El Camarón”
quien podía haberse dado cuenta de que ese era uno de esos momentos en los que
el valor del silencio supera todos los valores decidió abrir su inmensa boca; y
no sólo eso, sino proferir una burla hacia mi boleta, mi persona; y por
supuesto, mis notas – Sólo aprobaste deportes – me lo dijo sonriendo, como
quien cree que es muy gracioso, pero no lo es, como si alguien se lo hubiera
preguntado remató – Once materias suspensas Fernández –
De entre los murmullos de mis compañeros
de clase se escuchó una voz – ¿Entonces ni biología aprobaste? – Eso causó las
risas de los demás.
Gracias a la nula discreción y
subsecuente suspicaz comentario de mi Coordinador las burlas no se hicieron esperar;
desde el momento que tomé el desgraciado papel con más números rojos que el
actual bockbuster, escuché a mis espaldas las risillas y cuchicheos de lo que
parecían ser roedores, bueno al caso casi lo mismo.
Me sentí como ese triste payaso que ríe
por no llorar, intenté hacerme fuerte y una vez que el Camarón salió del aula,
se me acercó Macías y me preguntó – ¿Es cierto que no aprobaste biología
teniendo el examen en tus manos? –
– No la aprobé –
– Hay pero qué pendejo –
Me quedé callado ¿Qué le podía explicar?
No había tenido tiempo de ver el examen que me había robado por la presión,
porque se lo había dado a él después de librar una pelea, y si de explicaciones
se trataba, las que tendría que dar en casa; crucé la puerta desganado, puse mi
mejor cara; desgarbado tranquilo, y sin vacilar le entregué la boleta a mis
padres… ¡Pum! como es de suponerse una bomba explotó, mi padre estalló, como
solía hacerlo, si por algún error de ingeniería divino hubiera tenido un poco
despegada la tapa del cráneo, seguro le habría salido volando, disparando sus
histéricos sesos en el techo; por tanta presión que solía yo poner en ellos.
Mi madre calmó el incendio fúrico de mi
padre, permitiéndome hablar; y comprometerme a que pondría todo de mi parte;
fuerza, alma y corazón; para mejorar esas notas de la calle de la amargura,
claro no sin antes escuchar todo ese discurso sobre lo decepcionante que era mi
caso, de ahí a mil explicaciones del por qué no me parezco a ningún
sobresaliente miembro de la familia, como mis primos lejanos, para llegar a las
falsas esperanzas depositadas en mí; que eso era peor que creer en los políticos;
y todos lo sabían, incluso yo.
El genio en la botella de Aladino... Ni más, ni menos! ;)
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